Personas. Habitarán el planeta en 2080 según el científico británico Stephen Emmott. Sostiene que si tuviéramos la seguridad de que en ese año fuera a caer un gran meteorito capaz de aniquilar el 70% de la vida en la Tierra, todos los países colaborarían para mitigar sus efectos, para buscar soluciones tecnológicas y tratar de evitarlo. En esas estamos, denuncia: la actividad humana tendrá unas consecuencias análogas a tal catástrofe si la comunidad internacional no actúa de inmediato. Explica que la creciente demanda de alimentos y de bienes de consumo requerirá más recursos naturales, suelo y agua, que supondría la irreversible pérdida de hábitats naturales y de biodiversidad hasta comprometer nuestra propia supervivencia. Inquietante, sin duda, pero no sé, denota muy poca fe en el género humano. Si alguien hubiera hecho semejante proyección hace cien años, estaría escrita la completa desaparición de los bosques en Tenerife..., pero llegó la bombona de butano. En cualquier caso, Emmott nos anima a moderar el consumismo asociado al desarrollo por insostenible. Me gusta: el hombre del futuro disfrutará más de las experiencias que de los objetos; la mujer del futuro también.

Regalos. Que repartieron los Reyes Magos a quienes nos portamos bien. El tránsito de los deseos tangibles a los intangible nos liberará de toda esta polémica.

Una entre 10.000 millones. Es la probabilidad de que en las próximas semanas se fragüe la "gran coalición" a la alemana entre el PP y el PSOE, estable, responsable y en proporción al apoyo electoral. Ninguna esperanza. Ni en ningún otro pacto para formar gobierno. Ni los números dan para mucho más ni hay tradición de diálogo ni capacidad de transigir un centímetro frente al eterno adversario. Abocados a una segunda vuelta electoral, la del regreso al bipartidismo -quizás esta vez entre PP y Podemos-, otro domingo, que coincida con las elecciones catalanas. Una segunda vuelta y veremos el repunte de la abstención por hartazgo, la extinción del PSOE como un suicido asistido y la liquidación del etéreo y melifluo proyecto de Ciudadanos. Y veremos, en definitiva, qué quiere España, derecha o izquierda, porque la posibilidad de entendimiento, para desgracia nuestra, es todavía una entelequia. La coalición salvaría al PSOE y aportaría un enfoque inédito a la vida política que tanta falta nos hace, llegar a grandes acuerdos para los temas de enjundia, ahora o nunca. Pero no nos caerá esa breva; seré optimista pero no iluso.

Sonrisas. Las de los recién investidos diputados en Cortes. Están contentos porque entrar en política es un fin en sí mismo cuando solo aportas las ganas. Los partidos y sus señorías deberían tomarse todo esto un poco más en serio y disimular por respeto si el objetivo alcanzado era meramente personal. A muchos la alegría les va a durar bien poco.

Indemnización. Por la moratoria turística, que no son tantos pero ya es dinero. Curiosa coincidencia: 165 millones, los mismos del IGTE que Fernando Clavijo pretende todavía repartir; mira por dónde, para el primer año discusión resuelta.

Aunque no creo que esto deba quedar así, como si no hubiera pasado nada: primero el Constitucional en octubre, que salió en defensa de la libre competencia para decir que no se ajusta a derecho y ahora el Supremo para darles la razón a los directamente perjudicados. El Parlamento de Canarias aprobó una ley que prohibía la construcción de hoteles que no fueran de cinco estrellas con su justificación peregrina, el anuncio de su aprobación produjo un exceso de oferta, después impidió inversiones y muchos puestos de trabajo, y al final enormes indemnizaciones. Qué desastre, qué importante no jugar a hacer leyes.

www.pablozurita.es