La cara de Iñigo Errejón, cabreado como un mono, era un poema. En su mano derecha, levantada, sostenía ante la prensa un mapa del hemiciclo del Congreso. Y con la izquierda señalaba "el gallinero" a donde habían mandado a sentarse al grupo parlamentario de Podemos. Tenía razón para estar caliente porque les han hecho una putada fina.

Gran parte de lo que han conseguido Ciudadanos y Podemos ha sido gracias al valor instrumental de la televisión, que es un mundo de palabras y de imágenes. Que les hayan mandado allá arriba, a la trasera del Grupo Socialista, les priva de los primeros planos de las cámaras y les condena a una segunda fila mediática. Además en una perversa lectura "geopolítica" van a quedar como la segunda izquierda parlamentaria situada detrás de la primera izquierda parlamentaria. O sea, la segunda parte contratante de la primera parte contratante. Primer plano, Pedro. Segundo plano, detrás, arriba y al fondo, Pablo.

Es verdad que tienen todo el derecho a estar cabreados, pero no deberían estar sorprendidos. Porque aquí ha funcionado el viejo principio de que donde las dan las toman. Los novatos llegaron al Parlamento ofreciendo un fresco espectáculo pensado para el protagonismo mediático y dejaron en segundo plano el acto de constitución del parlamento y su boato. Los nuevos les restregaron por todo el morro a los oxidados parlamentarios de los partidos "tradicionales" una fregona de poderosas imágenes. Vibrantes discursos de promesa del cargo, puños en alto, una madre dando la teta a su hijo... Pues bueno, ahí está la respuesta: el gallinero.

Temprano madrugó la madrugada. La Mesa de los "viejos" les ha devuelto la cosa con canela fina. Y encima han tenido el recochineo de vacilarles echándose la culpa unos a otros con cara de "yo no he sido, profesora". Ponerles a la espalda del PSOE es una cuchillada en el deseo -y la necesidad- de protagonismo de Podemos. Les han situado en la izquierda, pero al fondo. Como una especie de paisaje trasero de los socialistas. Habrá que ver lo que se le ocurre a Pablo Iglesias y su gente como respuesta. Puede ser cualquier cosa, porque tienen talento para la escenificación. Pero lo que tienen ganado, de momento, son tres años y pico de Parlamento viéndoles el cogote a la bancada de Sánchez. A efectos parlamentarios la ubicación de los escaños es intrascendente, pero el impacto en el ámbito de la imagen es demoledor.

Quienes hayan cocinado el mapa que finalmente aprobó la Mesa han demostrado un rencor maligno para devolver tan rápida y cruelmente la pelota de la investidura. Con el placer añadido para los autores de la jugarreta de ver al partido que no estaba en el poder por el reparto de sillones echando espuma por la boca precisamente por ese asunto. Se habrán meado de la risa. No sé si al final Pablo Iglesias tomará el cielo por asalto, pero viendo lo alto que le han puesto en el Parlamento, va por el buen camino.