PSOE. Salía mal parado en todo pronóstico y cambia de estrategia. No hay que ser muy avispado para concluir que el tripartito con Podemos y Ciudadanos no tiene ninguna posibilidad, ni por afinidad personal ni mucho menos por acercamiento programático. El posicionamiento de cada uno de los actores fue tan claro que no quedan dudas respecto a las líneas rojas, a las políticas estratégicas o cómo usted quiera llamar a la esencia que define a cada partido. Aunque Sánchez esté dispuesto a transigir por mero afán hasta el infinito y mucho más, no podrá mantener el equilibrio entre ambos flancos, con dos socios tan antagónicos. El PSOE, el más difuso en su discurso, se prepara para la segunda vuelta y lo hace a todo trapo: deja claro a la sociedad española que su candidato sí que está a la altura que se presume para un digno presidente del Gobierno, y se viene arriba, a darlo todo, sin necesidad, y se precipita porque a nadie le conviene embarcarse voluntario en una aventura que va a salir mal.

PP. Sigue en campaña. Insiste en la "große Koalition" a la medida de Europa y entiende que la atomización de la izquierda, la polarización del voto y la ley d''Hont le dan ventaja en una nueva cita con las urnas. La prudencia gallega le viene al pelo y mientras sigue en el Gobierno, en funciones pero en el Gobierno, con todo el aparato a sus pies. Y tiene suerte porque toda la corrupción que aflora estos días, que podría ser la gota que colme el vaso, acaba difuminada tras el protagonismo del impulsivo Sánchez. El PP no acaba de hacer limpia, una pena, un fracaso. Echamos en falta que alguien asuma la responsabilidad, que se levanten las alfombras y que se renueven las caras.

Podemos. Confieso que me encantó la puesta en escena del autoproclamado vicepresidente Iglesias con sus ministros. Igualito que Iznogud "¡¡quiero ser califa en lugar del califa!!", proclamó. Quieres sopa, toma sopa. Y la hinchada está muy contenta y no porque piensen que las cosas van a cambiar, sino porque sus muchachos han llegado al poder y se pasean por el Congreso. Si que se puede, peligroso experimento. El proyecto populista siempre estará en campaña hasta alcanzar la mayoría y todo este show le conviene por idénticos motivos que al PP. Más minutos para vilipendiar a la casta y para desplegar unas habilidades dialécticas tan eficaces como infrecuentes o viceversa. Mi tocayo tiene paciencia, coincide con Mariano, y está al quite, ese Ministerio de Plurinacionalidad es lo más.

Ciudadanos. Las propuestas de Garicano para la economía no tienen nada que ver con el modelo populista planteado por Podemos, no hay duda, ni serán aceptadas por el PSOE que sitúa a Ciudadanos en el libertinaje. Rivera jugó a ser el árbitro y se quedó en medio y con las ganas. No le interesa una nueva campaña, con una implantación territorial tan exigua y un programa tan moderno y ambicioso como difícil de explicar. En una segunda vuelta Ciudadanos no tiene nada que hacer.

Nacionalistas e independentistas. Que no son lo mismo. Ahí, agazapados, no dicen ni mu. Esperan y Sánchez les dará su oportunidad. Harán campaña, claro, para corresponder a sus electores y pedirán sin pudor muy por encima de lo que corresponde a su representación con nulo sentido de Estado. Los nacionalistas también lo tienen crudo, tampoco les interesa la polarización del voto. A los independentistas nada tan satisfactorio como acabar con el enemigo desde dentro. Vaya panorama, otra campaña y total, para que venza la abstención una vez más.

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