La historia de la ruptura de pactos y deslealtades entre los nacionalistas y los socialistas canarios se remonta a la noche de los tiempos. Los políticos canarios ya apuntaban maneras con el primer Parlamento, en donde los centristas de Las Palmas y los de Tenerife, en una de esas delirantes operetas del pleito insular, se escindieron y acabaron dándole el poder a los socialistas. Después vino la moción de censura a Saavedra, la demolición interna de Fernando Fernández... Para qué contar. La historia de la autonomía está jalonada de operaciones de poder. Y la única sorpresa que causa esto es la inocente sorpresa que manifiestan algunos porque sigan ocurriendo.

Una vieja costumbre establece que siempre es mucho mejor que las culpas de lo que te pase la tengan otros a que la tengas tú mismo. En política esa costumbre se ha transformado en ley y los partidos se lanzan titulares como jaculatorias y pecados mutuos. En realidad, una parte del PSOE de Tenerife no se ha terminado de tragar el pacto de gobierno con Coalición Canaria. Y ese lado oscuro de la fuerza se manifiesta más en los que no tienen plaza en la cuota de poder socialista en el Gobierno de Canarias. Dicho mal y pronto los que están dentro quieren que nada cambie y los que están fuera están muy cabreados. Y entonces le echan la culpa a los nacionalistas.

Pero es más un problema interno del que se aprovechan otros. Quienes quieren mandar, en el futuro, en el partido están en el Gobierno. Y la cúpula orgánica vive una jubilación anticipada. La última declaración relevante del secretario general de las Islas, José Miguel Pérez, se remonta a la época en la que Adán celebró su despedida de soltero. En tanto no haya un congreso que restablezca jerarquías, el partido se mueve entre espasmos de los descontentos.

Coalición Canaria, que también es un partido que está en el poder, ha resuelto el problema de los liderazgos. Y lo que está haciendo no es ni más ni menos que lo que casi siempre se ha hecho en las Islas -ayer en La Palma, hoy en La Victoria- y es estirar la cuerda todo lo posible intentando no romperla. La gran diferencia es que tiene muy poca contestación interna porque, entre otras cosas, el que se mueva no es que no salga en la foto, es que le sacan del marco. En el PSOE no es así. Con cada maniobra política en donde CC gana poder o amaga con hacerlo, el sector contestatario gana crédito entre la militancia. Y además aprovecha para amplificar la maldad de los nacionalistas. Si en el futuro congreso van a consultar a las bases, igual hay sorpresas. Uno de los dos Abreus puede helarte el corazón, como ya dijo el poeta.

Todo el mundo tiene la vista puesta en Pedro Sánchez y en el final de su lucha por la investidura o por la reedición de su candidatura en unas nuevas elecciones. Pero aquí el caldo también está empezando a hervir.