Un equipo de expertos de la Complutense de Madrid está haciendo un estudio, que remitirá al ayuntamiento, con los nombres de personas vinculadas al franquismo que figuran en el callejero y que servirá de base para tomar la decisión política de retirarlos.

Uno pensaría en militares o civiles con las manos manchadas de sangre. Pero el estudio incluye, entre otros, los nombres de Dalí, Pla y Mihura. Dalí fue un pintor maravilloso y un vividor golfo que no tuvo ningún problema en lamerle el culo al franquismo a cambio de prestigio y dinero. Josep Pla era un periodista y escritor que carga el estigma de que su pareja, un ciudadana noruega, trabajaba para un servicio secreto español y la sospecha de que él también lo hacía. Y Miguel Mihura fue un periodista y genial escritor y humorista. Añadan a la lista, aunque no se hayan publicado sus nombres, el del Premio Nóbel Camilo José Cela, uno de los más grandes en lengua española que trabajó de censor franquista -como Ridruejo- y el de Enrique Jardiel Poncela, un escritor magistral y franquista convencido por el pequeño detalle de que accidentalmente cayó en una "checa" en Madrid y la experiencia le marcó para siempre.

La realidad es que este país fue sociológicamente franquista durante décadas. Haber aceptado convivir con el régimen, por convicción o conveniencia, no es lo mismo que haber participado en asesinatos o en represiones civiles. Además, si el criterio es que a las placas no se puede subir la sangre directa o indirectamente causada, con independencia del tiempo que haya pasado, ya estamos tardando en pedirles a nuestras instituciones municipales canarias que empiecen la limpieza. Así que adiós a los Reyes Católicos, a Weyler, a Simón Bolívar, a Nelson, a Cristóbal Colón precursor de un genocidio, a Juan Rejón fundador de Las Palmas... Borremos los nombres de los conquistadores, de los asesinos, de los reyes y los dictadores. Porque si no se hace así, es que la regla no funciona para todo el mundo y es pura hipocresía.

Dejemos la historia en los libros. En las calles basta con que estén las modas. Pero los de la "nueva política" no deberían olvidar que miles de personas les votaron porque querían vivir mejor y estaban hartos de aguantar a quienes no se preocupaban lo bastante en ello. Dedicarse a jugar con el callejero no pasa de ser un ajuste de cuentas posthistórico para consumo de minorías.

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Que el "indecente" Mariano Rajoy no haya estrechado la mano del "ruin, mezquino y deleznable" Pedro Sánchez antes de la reunión que sostuvieron apenas treinta minutos -que en política viene a ser como la eyaculación precoz- es todo un símbolo de cómo está el país. Sánchez dijo que se habían estrechado la mano en privado, cuando ya no había cámaras. Es decir, que no era tanto una cuestión ética como estética. Un gesto que demuestra mejor que mil discursos la compulsión teatral que vive la política española. Todo el mundo mira con un ojo a la cámara y con el otro a las urnas, así que, como es normal, no le queda nada disponible para mirar a quien tiene al frente.

Detrás del teatrillo, Pablo Iglesias sigue adelante intentando que no se le escape el tren de un Gobierno con el PSOE. Pretende que los líderes independentistas apuesten por un plan inteligente en vez de por un programa de máximos irrealizable. No puede haber reforma constitucional porque el PP y Ciudadanos se opondrían. Pero con un Gobierno "tolerante" en Madrid, los gobiernos autonómicos podrían dar algunos pasos en el camino de un nuevo federalismo. Unos pasos que le vendrán muy bien a Iglesias para que Pedro Sánchez se vaya dejando algunas plumas por el camino de un Gobierno progresista que se prevé más bien corto.

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Tal y como predijo Einstein en 1916, los científicos han logrado registrar las ondas electromagnéticas que desprendió la colisión de dos agujeros negros en el municipio de La Victoria. La curvatura del tiempo y del espacio que se produjo tras el impacto situó en la Alcaldía a un nacionalista con el apoyo de un popular y quitó de la Alcaldía a un popular que tenía el apoyo de los socialistas. Son lo que los científicos llaman paradojas espacio temporales, más comúnmente conocidas por la gente común como chafalmefajadas.

Siguiendo la gazmoñería extrema del perroflautismo madrileño, convendría que el nuevo alcalde del municipio de La Victoria empezará a plantearse cambiarle el nombre. Al fin y al cabo celebra un hecho sangriento, un matanza de bravos aborígenes cazados como conejos cuando se dirigían a cazar como conejos a los conquistadores. Así se generaría una nueva onda electromanética, en el choque de la justicia histórica con la estupidez, para que los científicos sigan avanzando en sus investigaciones. Todo por el saber.