La última moda es el hiperrealismo. Los discursos políticos retratan una serie de obviedades enunciadas como si fueran la última coca cola del desierto. "Un país para la gente" es el programa de Podemos. Ah qué bien. ¿Y para quién va a ser si no? ¿Para los árboles? El mensaje escondido sería que el actual país no es para la gente, sino para los banqueros, los especuladores y los malditos mercados, que como todo el mundo sabe no son gente, sino alienígenas.

En realidad, es una moda estúpida a la altura del público al que se dirige. Como cuando Pedro Sánchez anunció que aceptaba el trabajo de buscar una mayoría para la investidura y que se lo iba "a tomar en serio". ¿De verdad? Un suspiro de alivio recorrió España entera, que pensaba que se las iba a tomar como una coña marinera.

La moda la impulsó probablemente Rajoy, al que se le niegan hoy sus muchas y grandes aportaciones a la racionalización de la política contemporánea. "Un vaso es un vaso y un plato es un plato", se atrevió a asegurar una vez demostrando que él cuando se moja no conoce límites. También dijo "Valencia siempre fue Valencia" cuando aún no se sabía que Valencia una vez fue Gomorra. O su mayor aportación a la colección de obviedades; aquella de "España es una gran nación y los españoles, muy españoles y mucho españoles".

Con esos precedentes no es extraño que Pablo Iglesias haya copiado la doctrina Rajoy, "lo serio es ser serio", para proponer un gobierno "para la gente" y no para los abedules alsacianos. Esencialmente porque en España además hay muy y mucho españoles que son gente; más que abedules desde luego. Si fueran alcornoques sería otro cantar porque hay millones que contarían doble.

Iglesias ha definido el Gobierno que Pedro Sánchez tiene que hacer para esa gente. Es tal su afán de echar una mano que le ha quitado prácticamente todo el trabajo -y el poder- al futuro presidente. Para sí mismo se reserva la vicepresidencia, los servicios de inteligencia, las fuerzas especiales contra la corrupción, el CIS y el control de los medios de comunicación. Cuatro cositas para hacerse con el Estado mientras el resto de su peña se encarga del ejército, de la justicia y de ir dando referéndums de autodeterminación desde el nuevo ministerio de plurinacionalidades.

Al final no sólo no hay ni un paso atrás en las pretensiones independentistas, sino que son el eje central de la propuesta de Podemos. Esto son lentejas, o las tomas o las dejas. Pedro Sánchez no va a poder cambiar la presidencia por ese plato de lentejas. Ya habrá aprendido de la Biblia. Y si no se lo explicará en dos tardes Susana Díaz. Todo eso ya lo sabía Pablo Iglesias antes de presentar su gran propuesta de acuerdo, que es, en realidad, una inteligente propaganda electoral. La nueva política sigue siendo, como siempre fue la vieja, un juego de trileros.