El cronista advierte que el artículo de hoy no es nada optimista. El cronista ha vivido unos días intensos. Y llenos de sobresaltos y de asombro. Incrédulo de situaciones límites de supervivencia y que se puedan producir tan cerca del continente de países muy ricos. El cronista ha recogido imágenes que no deberían pertenecer a este planeta en donde la mitad de la población está afectada por el colesterol debido al exceso alimentario, mientras la otra mitad tiene carencia de nutrientes básicos o, peor aún, muestran un aspecto, casi esquelético, por ausencia total de un mínimo mendrugo que llevarse a la boca.

Pero es más, perseguidos en su propio país que les obliga a la huida forzosa a otros lugares refugio que son inaccesibles. Numerosas vallas humanas de uniforme y armadas y alambradas y concertinas cierran el paso definitivo a la esperanza soñada, de un futuro mejor, aunque sea lejos de su patria querida.

-¡Ay, señor cronista, cómo me recuerda usted un lugar y aquel momento!

-¿Cuál? ¿Siria, Macedonia, Grecia, Turquía...? ¡Ah, sí, hace más de setenta años los españoles que huyeron a Francia, Rusia, América...!

-No, no, mucho antes.

-A ver, a ver..., los judíos, sí, los judíos expulsados de su España querida, según dicen...

-...Antes, antes, cronista, aunque sí, el pueblo es el mismo pueblo el afectado. ¡Qué pena de nuestra Sefarad, con todo lo que ayudamos a los Reyes Católicos! Si hasta le costeamos el viaje a Cristóbal Colón. ¡Ah, sepa que nos llamamos españoles también!

-¿Españoles, ustedes...?

-Sí, porque Sefarad es para nosotros, España, y de ahí que seamos sefardíes, o españoles. Vaya usted y consulte a las fuentes hebreas, como es su obligación.

-Lo haré, lo haré. Ahora, reconozca que se ha pasado usted un poco con lo de que los judíos costearon el viaje del Descubrimiento de América del señor Colón. ¡Vamos, hombre, si hasta la reina empeñó sus joyas para que el Almirante hiciese el viaje del Descubrimiento!

-No se lo crea eso del todo. Los amanuense de la corte, y lo dicen hoy bastantes historiadores, se pasaron en su elogio a doña Isabel, y luego los juglares, bardos, rapsodas y trovadores hicieron coplillas que recitaban la gesta por los pueblos y villas de Sefarad, entonces... o España, hoy.

¡Caramba, cuánto estoy aprendiendo hoy!; pero ¿a qué viene todo esto, señor sabio?

-Pues que usted se estaba lamentando al principio de su crónica de esa gran cantidad de inmigrantes y refugiados que huyen de Siria y van en busca de un país de acogida. Situación muy parecida a aquella otra. Y estoy aquí porque usted me ha llamado.

-¿Yo? ¡Pero si no le conozco!

-Personalmente no; pero ha oído hablar de mucho. ¿Y no le llaman la atención mi enorme bata bordada y mi luenga barba blanca?

-Sí, sí, pero santones y gurús de otras religiones, que se visten así, pasan muchos por aquí. Por cierto, ¿y cuando le llamé yo?

-En el título. Usted dijo, ¿dónde estás Moisés?

-Sí, sí, claro. Los lectores lo están viendo ahora mismo. ¿Usted es Moisés?, ¡ja!, ¿Y dónde están las Tablas, las de la Ley? Yo siempre lo he visto en dibujos y fotos portándolas y señalando los textos que...

- ...Sí, sí, no siga. Me lo sé de memoria. Conduje a mi pueblo a la tierra prometida, lo saqué del infierno egipcio y les mostré las tablas con los Diez Mandamientos. Cinco en cada tabla, por cierto.

-Pues mire. ¿Dónde estás, Moisés?, señor, es mi grito para que conduzca otra vez a una pobre gente, hambrienta, desharrapada, perdida y sin rumbo..., como hace miles de años lo hizo con su pueblo, ya que...

-...No siga, no siga, cronista. Europa y Turquía se ponen de acuerdo ahora para expulsarlos de sus territorios y vengo no con las Tablas de la Ley, pero sí con la Declaración de las Naciones Unidas con el texto de la Declaración Universal de Derechos Humanos. ¡Y que se cumplan, como los Diez Mandamientos! Rajoy, Hollande, Merkel, Cameron... Todos tienen el deber de ayudarles y evitarles tanta desventura.

-Sí, ¡como Dios manda!

-Usted lo ha dicho. ¡Como Dios manda! Sepa que está muy cabreado el Divino con lo que está pasando en Europa. Todavía recuerdo sus palabras: "Yo soy el que soy".

¡Ah, mi Señor, Elohim, Yahvé, Jehová..., como quiera que le llamen, ÉL es el mismo Dios.

-Y muchos ciudadanos europeos también están muy cabreados, don Moisés.

-¡Eso espero. Bueno, cronista, tenga PAS.

-¿Pas?

-Sí, en ladino, nuestro idioma sefardí.

-Bien, pues Paz, que es lo que deseamos. ¡Y pronto!