Ya pasó el tiempo de la glosa al discurso de Sánchez en el Congreso de los Diputados. No voy a entrar en él. Poco se puede lucir. Sí reflejar las contradicciones entre la crítica al malestar social que pervive -según Sánchez- con la ley de la reforma laboral. Cuando aquella era una pretensión, y se consiguió en buena parte, con la rectificación de una situación que venía enloquecida por Rodríguez Zapatero.

Han cogido el toro por todas sus partes. En mi pueblo de Daroca -que lo es también del gran maestro de la realidad, Antonio Mingote-, cuando se jugaba al guiñote entre dos, había que tener algunos factores, distintos de cuando se jugaban a cuatro, dos contra dos. Por el número de "cartas a robar", bien porque no había que jugar las bazas con diferente táctica, y esperar a coger el "resto", o la última carta. Pues bien, más que una exposición teatral, o alegórica de lo que hay que hacer, el parecido del discurso de Sánchez -y lo siento y lo respeto- es como un juego de cartas, en que ante la oferta del rey, el socialista buscó un jugador de compañía, el de Ciudadanos. Aunque la firma del "acuerdo" no se haya parecido en nada a rentabilizar "las 10 últimas", sino suavizar las jugadas, hasta dar la impresión de que no se vieran las cartas marcadas.

Parecida reflexión tendríamos que hacer respecto a la reforma laboral, ante la cual sí se ha hablado de derogación, término muy frecuente en su discurso. La situación laboral provenía de una situación anterior, que, de no abortarla, nos hubiera llevado a la quiebra. El derribo es fácil, pero el enderezado es más complejo. Los que tuvimos la responsabilidad de llevar en tiempos pasados la dirección contencioso-laboral, con unos 5.000 letrados, sabemos muy bien la problemática especial y singular, y no sólo de la legislación laboral.

Por tanto, pónganse las pilas los mismos socialistas, si han querido desclasificar la situación laboral que le tocó vivir a Rajoy, y la que por razones, además, de la Unión Europea, todos los instrumentos socioeconómicos no eran exclusivos de una "reforma" que ahora a toda prisa se quiere derogar. No encontramos en su texto un poema del Cid o un cuadro de Velázquez. Pero ante el panorama español, hubiera sido el momento de dedicarle una atención superior, reconociendo lo que se ha hecho, y la coyuntura para lo que sirvió, y el entramado socioeconómico, cada vez más complejo dentro de la carencia de un humanismo de una justicia social. Todo no lo hace el cambio o la derogación.

*Premio Nacional de Literatura