A Domingo Peña, Berto de la Rosa y Federico Padrón Pérez, luchadores incansables.

A principios de 1960, cuando vivía en Los Llanos de Aridane, La Palma, el día más importante de la semana en Breña Alta era el domingo con luchada, todo un acontecimiento que rompía con la monotonía y tranquilidad de un pueblo campesino que apoyaba y veneraba a su equipo de lucha, el Balta, y a sus luchadores, ídolos que despertaban admiración y respeto, y más "si venían de fuera", como el caso que recuerdo del Pollo de Haría. Las luchadas se celebraban en la plaza detrás de la iglesia de San Pedro, y muy cerca de ella el Bar Breñas era punto de encuentro muy animado y concurrido antes y después de las luchadas, siendo sus dueños mi tío Gregorio y mi tía Isabel, hermana de mi padre, nacidos en San Isidro. Era tanta la cantidad de gente que acudía al bar que mi padre me pidió varias veces que fuera a ayudar, para lo que iba en guagua desde Los Llanos de Aridane a Breña Alta. Y yo no me negaba, al contrario, así pasaba algunas noches con mis tíos y dormía con el hijo mayor, mi primo José Miguel, y por el día no paraba de jugar al chapolín y futbolín, todo un privilegio en aquella época.

Lo que sí me cansaba era el ajetreo de varias horas en las guaguas de María Santos Pérez, el ruido de sus ventanas de madera, y el humo si me tocaba alguien cerca fumándose un puro, situación bastante probable, cosa que procuraba evitar nada más subir a la guagua sentándome rápidamente delante al lado del chófer, con lo que de paso oía la tertulia habitual y todas las noticias, sucesos y fallecimientos que ocurrían en La Palma. Despachar café, vino, cerveza, ron, aguardiente o refresco detrás de la barra del bar me resultó interesante, pues había quien no quería que se viera el ron y le rellenaba el vaso detrás del mostrador, o quien antes de empinarse el aguardiente depositaba una cucharada de azúcar en la palma de la mano, la llevaba a la boca, y detrás el aguardiente, lo que producía a su cuerpo un ligero y sonoro estremecimiento placentero. Cuando en ocasiones despachaba muy temprano, los trabajadores que subían al monte tomaban así el aguardiente como práctica habitual, y al decirme "ponme la mañanita" yo sabía muy bien lo que tenía que hacer, y salían cantando, contentos y derechitos con un saco al hombro, machete al cinto y vara en la mano.

En ese ambiente familiar conocí la lucha canaria, alguna agarrada eché, y aunque no la practiqué sí conocí a los mejores luchadores; me impresionaban sus cuerpos, brazos, muslos y algunas barrigas, asistiendo a luchadas en Los Llanos de Aridane con puntales como Brazo de Hierro, Jeremías, Lalo, el Palmero, Juan Primera, el Estudiante, Juan Barbuzano, y más tarde, ya viviendo en Tenerife, recuerdo al Pollo de los Campitos, e hice amistad con luchadores herreños como Eligio Hernández o el Pollo de Sabinosa, y unas cuantas luchadas del Pollito de Frontera, Berto de la Rosa o Domingo Peña disfruté. Recuerdo a Melquiades y Nino Morales en el terrero de Fasnia ylas fiestas de Los Roques, y en alguna ocasión José Miguel y su encantadora esposa, Ángeles, me llevaron en su coche a varias luchadas. Viví mucho ambiente en Frontera (El Hierro), La Victoria, Tegueste y El Paso (La Palma), y en una ocasión participé en el terrero de Punta Brava en el programa que dirige José Miguel en Mírame Televisión, donde mencioné vivencias que sobre nuestro noble deporte tuve en La Palma.

Sé de la dedicación de José Miguel como presidente de la Federación insular y regional, y la lucha que sostuvo para llevarla fuera, al País Vasco, Cuba y Corea, imprimiéndole autonomía y personalidad propia. Era tal la pasión que mi primo sentía por la lucha canaria que en diversas ocasiones le animé a publicar su experiencia. Hoy por fin la tenemos recogida en su libro "La lucha canaria, sí (Tal como la viví)", que recomiendo, de Vereda Libros, presentado en un acto muy original y emotivo en CajaCanarias.

@JVGBethencourt

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