Soria. Fin de la partida para el ministro que se enredó sobre sí mismo entre Bahamas, Panamá y las Islas del Canal. Lo malo no es que hiciera negocios allá donde quisiera, sino que no sea capaz de explicar si tales actividades supusieron evasión de impuestos, qué cantidad y si podría resarcir al fisco, en su caso. Exigir que José Manuel Soria, Bertín Osborne o cualquiera de los implicados ofrezca una justificación satisfactoria de por qué lo hicieron es solo retórica para el escarnio público: jugaron al off-shore porque pudieron, era la época, estuvo de moda por recomendación de los asesores fiscales, yo me acuerdo. El vicio tiene su propio castigo y le costó su carrera política, una pena, tardarán en olvidar en Las Palmas su eficaz gestión como alcalde.

Aznar. Qué vergüenza. No sé qué es peor, su condición de exinspector de Hacienda o la de expresidente del Gobierno. Qué necesidad de escaquear tiene un señor con prebendas vitalicias. Los papeles de Panamá son la de arena y la multa a Aznar la de cal ahora que empieza la campaña del IRPF para nosotros mortales. Evidencias, una tras otra, de la debacle moral en la que vive España. La picaresca es nuestro principal problema y de ella deriva la corrupción, la economía sumergida y el paro, nuestra condena. Llámeme optimista, pero si no hizo falta una generación para dejar de fumar en todos sitios ni para evitar conducir bebidos, podríamos, si quisiéramos, acabar también con esta lacra.

Impuestos. Hay quien piensa que el Estado no le ofrece lo suficiente y encuentra la excusa perfecta para no pagar en absoluto y vivir de gorra por completo. Y no le quito la razón pero adelgazar lo público es otro tema. Quiero pensar que la confiscación de parte de nuestra renta es necesaria para afrontar los servicios esenciales, para la seguridad, la educación y la sanidad, para la igualdad de oportunidades, por tanto, si apoquinamos todos, la contribución sería menor. Pero no, paga tú que a mí me da la risa: el individualismo es nuestro otro karma.

Ninguno vale. Hemos conseguido que el mundo de la empresa y los negocios estén mal vistos, que el mero hecho de aparecer en una lista en un paraíso fiscal sea sinónimo de cometer fraude. Dependerá, digo yo, de cuál es la actividad en cada caso, de cuáles son sus obligaciones fiscales y si se han cumplido en tiempo y forma. No aplica la presunción de culpabilidad. Alta sensibilidad y la opinión pública exige que quien se dedique a la política sea más bueno que el carajo y a ver quién tira la primera piedra; entre Alí-Babá y Teresa de Calcuta hay mucho espacio. Pero no me mal interprete, no trato de indultar a los corruptos, malandrines y aprovechados, pero tampoco podemos pretender una vida sin mácula para quien aspire a lo público sin ofrecer el beneficio de la segunda oportunidad, sin entender que vivir conlleva errar, para aprender, por eso la edad es un grado, aunque esté tan infravalorada, la edad me refiero, y se recurra a la hemeroteca para el descrédito. Ese tipo, el de hace veinte años, no soy yo.

La política. Me pregunto qué nos van a contar en la nueva campaña. Aunque confieso expectativas a la baja. Hemos escuchado hasta la extenuación qué pretende cada cuál, cada uno su pequeña utopía que se ha demostrado imposible de llevar a la práctica por falta de consenso. Tampoco creo que ningún partido se anime a prenderse fuego para resurgir de sus propias cenizas. Propongo ir a votar sin más.

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