Mario Conde encarnaba, cuando fue el gran modelo del triunfador, todo lo que yo detestaba. La cultura del pelotazo y el dinero se expandió tan bien, que incluso se socializó y encandiló a las masas. Se cambiaban institutos por el dinero de la construcción. Tras salir Conde de la cárcel, sucumbí a su encanto personal, pero sobre todo inteligencia; le veía en televisión. Era como si no hablara él, sino la lógica racional (sus propios mecanismos) a la que le había dado el placet para que le representara. ¡Qué brillantez analítica y de argumentación lógica! Todo lo llevaba a silogismos, desmenuzaba cada proposición en premisas claras, las hacía irrefutables y luego las encadenaba. Argollas de conclusiones. No he visto a nadie argumentar como hacía él. Era como si la retórica, con sus metáforas y poesía, quedara devorada por la lógica. Muy seguro y demasiado autosuficiente, se estaba conteniendo siempre. Así evitaba arrasar. La capacidad de mando era evidente. Te lo imaginabas en los consejos de administración, en oposiciones, negociando... un número uno indiscutible. El mundo era mediocre en todas sus instancias, de ineptos en cualquier situación.

La cárcel resultó una experiencia útil, descubrió la espiritualidad, una suerte de misticismo y al ser humano en su fragilidad e insuficiencia máximas. Era además capaz de venderlo. ¿Cómo el materialismo más y mejor prodigado era capaz de aquella reversibilidad? Aunque había algo que no encajaba: la esbeltez de la forma (demasiado pulida) con la que se decía. Era algo más vendido y promocionado que sentido. Esta gente que se siente aristocracia de la inteligencia o el espíritu, aguantan bien la adversidad, se ponen a prueba, dan así una oportunidad a su gallardía y dignidad.

Construcciones tan perfectas ocultan enormes grietas. Se sienten superiores, pero es que lo son, lo que hace el riesgo de extravío máximo. No puedes ser el más listo de todos y menos siempre y en todas las circunstancias. Los psicópatas se definen por tres grandes rasgos: inteligencia muy elevada, excepcional capacidad seductora y falta de superyo o de la instancia coercitiva y normativa moral.

Lo más interesante, esclarecedor y trascendente de todo es que, cuando Mario Conde vio llegar a la Guardia Civil, comentase: "vienen con los deberes hechos". Como los sicópatas de las películas había estado desafiando, jugando al ajedrez de prestigio y superioridad con la Policía y la ley. Que fueran con los deberes hechos le perjudicaba, pero encontraba la satisfacción de que les había hecho ponerse a su altura. Muy humano todo.