Para cualquier país la retirada del dinero es un sueño dorado. Todas las compras, desde un pan a un coche, tendrían que hacerse a través de cargos bancarios en una tarjeta. Sería el final del fraude. Y el principio del control absoluto de los ciudadanos. Cualquier programa informático adecuado podría agrupar a las personas por nivel de gasto, por el tipo de compras que realiza, los lugares donde las hace, etc. La vida de las personas estaría al alcance de un simple "clic" de ordenador.
No es una historia de ciencia ficción. Existe ya un país que ha fijado el fin del dinero en su forma física. Dinamarca ha establecido el año 2030 como fecha tope para la retirada de todo el papel moneda circulante. Desde el primero de enero de este año cualquier comercio o empresa danesa puede negarse a cobrar en efectivo y exigir el pago con tarjeta. Suecia medita poner en marcha la misma medida.
La Unión Europea empieza a recorrer, con más paciencia pero igual firmeza, el mismo camino. A eso apunta la retirada del "bin laden", ese famoso y extraño billete de quinientos euros que poca gente ha visto (de ahí su mote). Concretamente sólo un 44 por ciento de los europeos. El argumento que se da para su retirada no puede ser más peregrino: es un tipo de billete utilizado por los delincuentes.
Lo primero que cabría pensar es en los cabezas de chorlito del Banco Central Europeo que decidieron imprimir millones de billetes de quinientos euros para su uso delictivo. ¿Es que esas cosas no se piensan? Parece que no. Pero en todo caso, lo mismo podría decirse de los billetes de doscientos. Y por supuesto de los de diez euros que también usan los delincuentes, sobre todo cuando van al cine o compran un paquete de chicles. Y qué decir del libre tránsito entre países de la UE que favorece el que chorizos de toda índole y jaez viajen de un sitio para otro sin valladar ni cortapisa. ¿No sería menester levantar estrictos controles fronterizos para escrutar atentamente hasta los escrotos del personal?
Lo que se esconde tras la retirada de los grandes billetes es el propósito de poner más difícil a la gente evadir al fisco, transportar dinero o almacenar grandes cantidades de efectivo. Es previsible que tras la muerte del "bin laden" la siguiente víctima sea el billete de doscientos. Todo para caminar sin prisa pero sin pausa hacia la extinción del efectivo.
El dinero es la manera de hacer intercambios de forma fácil en grandes sistemas sociales. Nos facilita el trueque de bienes que de otra manera sería complejo, más complicado cuanto más grande sea la sociedad. Pero el dinero también es un depósito de valor. Podemos almacenarlo para adquirir bienes en un momento dado. Eliminar el efectivo supone arrebatarle a los ciudadanos el derecho a guardar valor dinerario -obtenido por su trabajo- fuera del control de los bancos. Vamos camino del dinero de plástico, pero no a causa de la delincuencia, sino por el interés de ese gran vampiro llamado Estado.