Cuando los tinerfeños decimos "el periódico", sin más connotaciones, nos referimos a EL DÍA. De igual modo, al decir "la fundación" hablamos de la Fundación CajaCanarias, sin que ello signifique menospreciar a otras que desarrollan labores culturales en el ámbito isleño. Y la razón de esta singularidad resulta clara para quienes vivimos con cierta intensidad todos los aspectos que tienden a mejorar nuestra formación humanística.

Me han venido a la mente estas ideas una vez terminado el mes de actividades que la Fundación ha dedicado a la utopía, programada con cuatro documentales extraordinarios y otras tantas conferencias igualmente relevantes. Quienes intervinieron en estas últimas son -no quiero mencionarlas para no poner a ninguna en primer lugar, pues todas dejaron su pabellón muy alto- figuras internacionalmente reconocidas, y lo que sorprende es el tremendo esfuerzo económico que la entidad mencionada desarrolla cada año para proporcionarnos unas jornadas que nada tienen que envidiar a las que se programan en poblaciones más numerosas; algo que el público agradece, pues rara vez la sala mostró asientos vacíos.

Pero no es solo este ciclo anual el que muestra la extraordinaria actividad de la Fundación. Son dignos de mencionar los lunes, dedicados a la proyección de películas que a menudo no se pueden contemplar en las salas tradicionales; las exposiciones de pintura, escultura o fotografía, que convierten a sus amplias salas en una auténtica punta de lanza que rompe el a veces dormido panorama cultural de nuestra ciudad; los premios que tiene establecidos para exaltar la producción literaria y musical; la asistencia social, centrada en la ayuda humanitaria y los programas de salud y bienestar; el deporte, potenciando el atletismo, el fútbol, el baloncesto y la lucha canaria; la educación, sin topes aparentes en la concesión de becas y en la promoción de actividades formativas para los jóvenes y no tan jóvenes; la investigación, plenamente conscientes sus directivos de que una sociedad que no promueve la labor universitaria es como una silla de tres patas; el medio ambiente, espejo que nos muestra siempre la necesidad de preservarlo por lo que significa para el futuro; la salud, actividad que se compagina con la asistencia social... En fin, habrá con toda seguridad otros aspectos de la Fundación que se me escapan en este momento, pero que sirven para refrendar lo que dice la legislación vigente sobre lo que es una fundación: una organización sin ánimo de lucro que, por voluntad de sus creadores, tiene afectado de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de interés general y cuyos beneficiarios son colectividades genéricas de personas.

Ignoro los acuerdos que alcanzaron La Caixa y CajaCanarias tras su fusión para potenciar la actividad de la Fundación, pero sin duda alguna fueron generosos para la última; lo demuestra los innumerables campos que abarca, todos con éxito. Sin embargo, no siempre -casi nunca- basta la ayuda económica para desarrollar una labor, sea esta del tipo que sea. Son necesarios dedicación, entusiasmo, confianza en el trabajo que se lleva a cabo y apoyo de las instituciones. Pero además resulta indispensable un equipo directivo que comparta de manera fehaciente los principios que rigen las fundaciones, por lo que en nuestro caso resulta prioritario resaltar la función que desempeñan las diferentes comisiones que las forman, priorizando en nuestro caso a su presidente, don Alberto Delgado, secundado por la directora general, doña Natalia Aznares, y por don Álvaro Arvelo. Ellos, en perfecta sincronización, han llevado a la entidad hasta cotas muy difíciles de superar.

Para bien de nuestra isla, de todo el archipiélago, esperemos que la Fundación CajaCanarias continúe su extraordinaria labor.