"Escribo estas palabras sin saber si podré regresar a casa. A las seis de la mañana, cuando los primeros rayos de luz se filtraron entre los rosáceos dedos de la aurora, divisamos las costas de Venezuela. Entonces el general al mando de las fuerzas expedicionarias ordenó revisar el material para serenar los nervios antes de entrar en combate. Una vez acabado el trabajo se nos ordenó formar en cubierta.

España, al fin, había dado el paso decisivo para derrocar a Maduro. Tal y como había denunciado el dirigente bolivariano, al que nadie hizo caso al considerar que estaba zumbado, el plan secreto del eje del mal Miami-Madrid-Bogotá había culminado con la preparación de una flota de desembarco encargada de la conquista de Caracas y el derrocamiento del presidente. Había un pequeño problema: Caracas no da al mar. Pero lo habíamos solventado. El desembarco sería en el puerto de La Guaira desde donde, en una flotilla de taxis alquilados, nos dirigiríamos al centro de la ciudad.

A cargo de la primera ofensiva estaría la Brigada Canarias. Sería el primer frente de choque contra las fuerzas bolivarianas que, estábamos seguros, presentarían una feroz resistencia. La Brigada contaba con armamento pesado: más de un centenar de carritos por puesto con arepas de carne mechada.

El ataque sería sin piedad. Tras el primer contacto de la Brigada Canarias con el ejército bolivariano, nuestra misión consistiría en bombardear diversas zonas de la capital, desde los cerros. Sin que los pobres venezolanos lo supieran, en sólo unas horas lloverían sobre sus cabezas rollos de papel higiénico, latas de atún, tuperwares de carne con papas, bolsas de arroz y cientos de otros productos de lujo destinados a sembrar el caos entre los habitantes de la gran urbe venezolana.

Ya lo había anticipado Maduro, que algo se olía -incluso nosotros desde la cubierta podíamos oler a carne mechada- sobre un "ataque brutal" de los "estúpidos oligarcas" en complot con la oposición venezolana. Querían arrebatarle al pueblo venezolano los logros de la gloriosa revolución bolivariana: el hambre, el desabastecimiento, la falta de medicinas y el hundimiento social.

Pero el hombre propone y el destino dispone. Cuando nuestras naves entraron en el puerto de La Guaira no advertimos que nos estábamos metiendo en la boca del lobo. Maduro nos estaba esperando. Cuando estábamos en mitad de la bahía se abrieron las puertas de las naves industriales y decenas de grupos folclóricos armados de guitarras, cuatros y maracas comenzaron a bombardearnos con un joropo colectivo. La Brigada Canarias nos salvó arrojando las arepas, que causaron inmediatamente centenares de bajas en el enemigo, lanzado a devorarlas.

Rápidamente intentamos desembarcar, pero por la megafonía exterior el presidente Maduro comenzó un ataque devastador con un arma de destrucción masiva, un discurso sobre la importancia de desconectar la televisión y radio azul, o sea "el bluray", para ahorrar energía revolucionaria. Aguantamos seis horas antes de que se produjeran las primeras bajas, deserciones y suicidios. A las diez horas, muestro general rindió la flota. Nos han dejado encerrados en los barcos mientras Maduro se come nuestro armamento. Luego no sé lo que pasará".