Los asiduos visitantes del Puerto de la Cruz comprueban, por una parte, cómo se van dejando de emprender obras que acerquen la ciudad turística a tiempos pretéritos de auténtico auge y expansión; por la otra, una antigua y entusiasta ilusión que puede verse recompensada por una visible rehabilitación de lo que en la década de los sesenta representó el apogeo de la industria turística no solo de Tenerife, sino de toda Canarias, y que ahora, con la presentación del proyecto de parque marítimo y puerto pesquero, deportivo, comercial y turístico, ha significado, una vez más, el atisbo de una desmedida solución a una reivindicación popular eternamente esperada. Pero la extensa denominación de la superobra y la visión que de ella se puede observar en la infografía publicada por doquier conducen a una somera reflexión sobre la dimensión de la misma situada en el entorno del barrio pesquero de La Ranilla, al que desdibujará. El presupuesto es de ¡156! millones de euros..., más lo que te rondaré morena.

Y es que en el Puerto de la Cruz son necesarias, además, otras acciones que se pueden comenzar a intuir justo a la salida del falso túnel de la carretera del Este, al tropezarnos con un ejemplo del abandono total de un litoral que ya estaba ahí en mejores condiciones y que, por desidia de los distintos Gobiernos municipales que han empañado la obra de don Isidoro Luz, ofrece un aspecto lamentable. El primer impacto lo perciben los sentidos visual y olfativo, pues bajo la carretera existe un vertido de aguas negras (llamémoslas así), provenientes no únicamente de la Urbanización La Paz, una joya del Puerto, sino de muchas localidades del Valle. De estos denominados "aliviaderos" hay cuatro en aquel litoral y ¡una depuradora! instalada en Punta Brava para las 110.000 personas que viven en las tierras de Humboldt. Su financiación, por tanto, corre a cargo de las arcas municipales del Puerto. Aunque el calendario señala que estamos en el 2016, los pozos negros continúan siendo el destino de aguas fecales. Un dato curioso a tener muy en cuenta: la mayoría de los establecimientos turísticos no están conectados a la red de saneamiento. Solo 31 figuran que sí.

La playa de Martiánez está pendiente, también, de la aprobación del proyecto de regeneración desde el año 2005. Obras imprescindibles: la escollera (a la que, graciosamente, se oponen los surfistas) y la canalización del barranco, que recoge toda el agua procedente de las cumbres teideanas. Esta playa, junto al complejo diseñado por César Manrique (que adolece de más protección frente a los embates), conforma el núcleo turístico portuense más importante que llega hasta la ermita San Telmo, que, en la actualidad, siguiendo con las desidias municipales, carece de alumbrado. ¿No hay en las arcas 20 euros para comprar un par de bombillas de bajo consumo que iluminen el templo religioso? Increíble.

Después de dar la espalda al foco turístico original, surge, por iniciativa del Cabildo tinerfeño y el soporte de todo el Ayuntamiento portuense, el sobredimensionado puerto pesquero que entusiasma al censo de pescadores de la zona que alberga a 17 profesionales, de los que solo 10 faenan realmente y que estarán protegidos por un dique de abrigo de 1.000 metros. Pero es que, igualmente, está previsto un atraque de cuatro buques comerciales que podrán conectar con La Palma. Además, la zona deportiva tendrá capacidad para ¡780! atraques. El parque marítimo prevé actividades náuticas, aparcamientos, zonas de restauración y ocio, espacios para mercado comercial y servicios portuarios, pero sin un estudio riguroso de los accesos y canalización de aguas. Todo esto como motor económico del norte de la Isla. Aquí es donde se desarrollarán, sin duda, los negocios que taponarán a La Ranilla. 110.000 metros cuadrados de uso público (¿). ¿Y el de Garachico, vacío, con conexión asimismo con La Palma? ¿Y el de Fonsalía, igualmente con actividades náuticas y enlace con La Palma? ¿Y Los Cristianos? Al parecer, como argumentario en los proyectos de estos puertos, todo el mundo quiere ir a La Palma, aunque el gentío que viaja a la Isla Bonita coincide con la Bajada de la Virgen de las Nieves, que se celebra, estruendosamente, cada cinco años. Mientras, el hotel Taoro se deteriora sin remedio bajo la inepcia, inexplicable, del Cabildo de Tenerife.