La Comisión de Defensa del Congreso rechazó, el pasado día 20 de abril, una proposición no de ley planteada por la diputada por Las Palmas de Podemos Meri Pita, instando al Gobierno a que adoptase -y copio- "el Tratado Internacional vinculante en Derecho que garantice al territorio insular como zona de paz, comprometiéndose a recoger en el citado tratado que el Estado central no establecerá en la zona tropas, bases militares o construirá fortificaciones de ningún tipo o sobre la base de ninguna alianza europea o internacional".

Afortunadamente, resulta poco frecuente que actualmente se formulen propuestas de tipo antimilitarista como la de la señora Pita, y menos aún refiriéndose a Canarias, ya que la sensatez impone no decir disparates de esta índole. Porque disparatado es pretender que la paz de que disfruta España, y en particular Canarias, pueda garantizarse por decreto y menos aún sin las Fuerzas Armadas (FF.AA.).

Pero ¿cómo se puede ser tan ignorante? Una nación que quiera gozar de paz necesita de un elemento vigilante que con su sola presencia coarte las ambiciones territoriales de sus vecinos, dispuesto y preparado para defenderla. Necesita de un elemento que para tal fin viva y se eduque, que a tal misión consagre la vida entera. Ese elemento, por excelencia y superioridad intelectual, no pueden las naciones en forma alguna ni adquirirlo ni alquilarlo. Como que a él en último término debe fiar en toda ocasión el depósito sagrado de su honor y de su existencia misma. Pues bien, ese elemento tan importante para la nación no puede ser otro que las FF.AA.

Las FF.AA. son la garantía de la soberanía e independencia de la nación, defensa de su integridad territorial, de su ordenamiento constitucional, fundamento del derecho y libertad, seguridad del orden y de las instituciones. Entonces, siendo así, ¿cómo es posible que haya alguien que cuestione su necesidad?

La tan deseada y proclamada paz universal no es sino, en el mejor de los casos, una teoría utópica, un sueño de filántropos, algo que no pasa de ser un noble deseo. La paz ha de estar garantizada por quien para su logro dedica toda su energía: las FF.AA.

Las lecciones de la historia nos demuestran día a día que la paz universal no se establece por sí misma. Hay que saber ganarla y mantenerla cual preciado tesoro para poder legarla a las generaciones futuras. No basta con decir y gritar "¡queremos la paz!, ¡somos pacíficos!, ¡no queremos la guerra!". La paz no se garantiza con discursos ni buenos deseos, sino empleando y disponiendo de medios de disuasión, tanto humanos como materiales.

Nadie debería ignorar que la principal amenaza que preocupa a Occidente, a Europa, y a España la constituye el fanático terrorismo yihadista, situado a muy pocos kilómetros de nuestras fronteras. Un fenómeno en constante progreso cuya finalidad es extender la religión, la cultura y la ideología musulmana por medio del terror a todos los pueblos "infieles", suponiendo un peligro para nuestro modelo de convivencia, nuestra paz y nuestra libertad ¿Alguien cree que a estos fanáticos se les puede anteponer un "territorio de paz"?

Me gustaría preguntar a quienes claman por la paz qué hacen ellos para lograrla ¿Se han detenido a pensar, siquiera por un momento, qué podría ocurrir si siguiendo sus propuestas se retiraran de Canarias las tropas que guarnecen las islas por declarar a este archipiélago "territorio de paz y neutralidad"? ¿Cómo se lograría este propósito? ¿Con pancartas y proclamas? ¡Vaya una insensatez! No basta con proclamar a los cuatro vientos esta declaración pacífica, sino que sea aceptada y respetada por quienes pretendan perturbarla.

Si en España disfrutamos de paz no es por casualidad.