Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) uno de cada cinco españoles vive por debajo de la pobreza; el 22,1% de la población. En el caso de Canarias las cifras son aún peores porque alcanza a cuatro de cada diez personas. Hemos creado un precariado que se encuentra al límite del abismo; personas que ganan un salario tan escaso que apenas pueden sobrevivir y desde luego son incapaces de afrontar ningún imprevisto.

El comisario para la lucha contra la pobreza en Canarias, Néstor Hernández, es consciente de la dramática situación en la que viven muchas familias canarias. Pero también de que hemos mejorado ligeramente. Cuando en el año 2012 se abrieron en verano los comedores escolares, para que muchos niños canarios tuvieran la seguridad de una comida decente al día, el número de usuarios fue superior a los 6.000. El año pasado fueron poco más de 2.000 niños.

El dinero que se destina a políticas de equidad en la comunidad autónoma supone el 80% de los recursos presupuestarios. No hay más que dar una ojeada por los presupuestos de Canarias para comprobar que este año se destinan 4.587 millones de euros a la producción y producción de bienes y servicios sociales (que abarcan la salud pública, la educación, la asistencia social y las ayudas al fomento del empleo).

Hay gente que pide "más recursos para la lucha contra la pobreza". Pero se equivocan de concepto. Contra la pobreza no se lucha con la ayuda pública, sino con el empleo. Lo que están pidiendo no es luchar contra la pobreza, sino paliarla. No entienden el viejo problema de la semilla o la comida.

Imagine que está usted en una isla desierta con agua y cien semillas de papa. Tiene un hambre horrible y tiene que tomar una decisión. Debe alimentarse con las semillas de las papas para mantenerse vivo. Pero cuantas más semillas se coma, menos papas tendrá para plantar y por lo tanto menos cosechará. Por el contrario, cuantas más papas plante más papas recogerá después con lo se asegurará un largo periodo de alimentos.

La dicotomía de la supervivencia enfrenta la necesidad de comer con la necesidad de obtener la mayor cosecha posible. Si planta muchas semillas y come pocas, es posible que no llegue vivo al final de la cosecha o que no tenga fuerzas para cultivarla. Si por el contrario se come demasiadas semillas, las pocas que queden tal vez no sean suficientes para garantizar su vida. Se trata de buscar el punto de equilibrio entre las necesidades inmediatas y las futuras.

Lo mismo pasa en la lucha contra la pobreza. O apostamos por el crecimiento económico y la creación de empleo y de riqueza o no podremos cosechar los suficientes impuestos para ayudar a los más necesitados. Pero si dedicamos demasiado dinero a la inversión y al crecimiento económico, cuando lleguen de verdad sus efectos ya no alcanzarán a mucha gente que se habrá quedado por el camino. El equilibrio entre ayudas y desarrollo es la clave.