El pasado 29 de mayo teníamos acceso, en un periódico local, a la entrevista que se le hacía a don Alberto Villalobos, presidente de FEMETE. Un titular se sacó de la entrevista: "No hay voluntad política para acabar con la economía sumergida; no hemos tenido apoyo". Me trajo al recuerdo las veces en que traté tal asunto en la columna "Desde mi exilio" en Jornada.

Ya el 8 de octubre de 1985 (han pasado más de 30 años) hacía referencia a las vicisitudes de pequeñas empresas, legalmente constituidas, que no podían competir con aquellas que desarrollaban su actividad en la economía sumergida y por tanto con menos costes de impuestos y Seguridad Social, etc. Don Alfonso Guerra, siendo vicepresidente del Gobierno, admitía la existencia de la economía sumergida, y al referirse a las estadísticas del paro admitía, también, que no eran reales, puesto que había quienes estando en el paro estaban, además, realizando algún trabajo.

Ante la preocupación que mostraban las centrales sindicales por la solución del desempleo, el Sr. Solchaga, a la sazón ministro de Economía y Hacienda, decía que no había que hacer caso de los datos estadísticos, basándose en los mismos argumentos esgrimidos por el Sr. Guerra. Ello me llevó a terminar el artículo de 23 de diciembre de 1986 diciendo: "Creo que los señores Guerra y Solchaga, y el jefe de ambos, el señor González, deberían dejarse de comparar estadísticas y dedicarse a la aplicación de medidas generadoras de empleo y reductoras de la economía sumergida antes de que sea tarde, que ya lo va siendo, y antes de que sea más penoso y doloroso".

El 29 de abril de 1987 tuvimos la ocasión de ver en TVE cómo el entonces presidente del Gobierno, señor González, culpaba a los trabajadores en activo (respecto de la revisión de convenios) del castigo que podía suponer para las clases más deprimidas un incremento de la inflación. Escribía en esta columna el 2 de mayo de 1987 al respecto y terminaba el artículo diciendo: "Yo, trabajador, y reiterado denunciante de la marginalidad que está produciendo la economía sumergida, acuso al Gobierno de absoluta falta de imaginación para solucionar este grave problema que afecta duramente al trabajador y a la vida sindical. Y sólo lo acuso de falta de imaginación porque creo que sería muy grave acusarle de falta de voluntad, por ser un Gobierno con patente de socialista".

He vertido parte de estos recuerdos, que están en la hemeroteca, porque, pasado el tiempo, el problema subsiste en la misma dimensión pese a los cambios de Gobierno que ha habido. Y con la carencia de voluntad política para resolverlo que indicaba el presidente de FEMETE.