¿Cómo es la mente de un ser humano? Una lucha permanente del orden contra el caos. Las ideas tienden a la entropía y no hay más que cerrar los ojos y soñar un poco para comprobar que dentro de nuestra cabeza existe una algarabía de recuerdos mezclados con deseos, miedos y esperanzas. Por eso a los políticos se les va de vez en cuando el santo al cielo. Se descuidan las rigideces dialécticas y entonces salen directamente del cerebro, sin pasar por los filtros descontaminantes de lo políticamente correcto, algunas expresiones a contrapelo.

Mariano Rajoy tiene el cerebro ordenado de un registrador, con los estantes alineados y las ideas colocadas por orden analfabético profundo. Cuando se le pone en algún terreno desconocido, como un bosque de alcachofas, el hombre se enreda con las palabras. Vive tan ensimismado en la zona de confort de las ideas establecidas, que lo nuevo le confunde y dice cosas tan de zoquete como que eso de que somos españoles y mucho españoles.

Juan Carlos Monedero, en cambio, tiene un cerebro ecléctico, plagado de conocimientos que navegan. Él viaja sin problemas desde Gramscy hasta Marx, desde Pablo Neruda hasta Cavafis, aunque sea entre un campo de cortantes alcachofas. Pero ya decía Freud que los caminos de la mente son inescrutables. Así que un día nuestro eficiente palabrista, que hace juegos malabares con las metáforas sin sozobrar en las alcachofas, suelta eso de que los jueces, fiscales y policías están esperando que llegue Podemos para que les ordene ir a por el enemigo: esos del PP y del PSOE enredados en la corrupción.

Un Gobierno justiciero. Eso no es un "lapsus linguae", como el de Rajoy. Eso es una declaración de intenciones. La misma que hizo Pablo Iglesias cuando, preocupado por los pobres de España, pidió a Pedro Sánchez la vicepresidencia del Gobierno, el mando de los espías, un cuerpo especial de la policía judicial, la televisión española y el órgano oficial para hacer sondeos y encuestas. Todo muy social y mucho social.

A Monedero no se le fue el santo al cielo, sino que se le vino a la boca. Y cuando intentó arreglarlo sonó incluso peor. Ante la alarma creada por declarar que iban a darles órdenes a los jueces -¡qué escándalo, aquí se juega!, que diría Luis Renault- se puso a explicar que en realidad se refería a que en Podemos militan centenares de jueces y fiscales y polícías que arden en deseos de que el partido llegue al poder para poner orden en España y mandar a los gulags para su reeducación a miles de neocapitalistas corruptos.

Lo de Monedero no es que sea una excepción. Todos los partidos han manoseado la justicia. Con las fiscalías y las policías no hace falta, porque ya las controlan con los nombramientos, ascensos, premios y medallas. Pero ninguno lo ha dicho tan claro como el cofundador de Podemos. La revolución, por lo visto, trae una justicia de ajuste de cuentas, con los jueces a las órdenes del Gobierno. Nadie podrá decir que no lo han dicho clarito.