Pocas veces habrá ocurrido en la historia de España que hasta tres presidentes (Obama, Merkel y el chino) imploraran a Zapatero para que tomara alguna medida relacionada con el sentido común y el instinto de supervivencia. Esta excepcional intervención provino de la contemplación de las fumarolas de las primas de riesgo, que ascendían a la bóveda celestial cuando se caminaba al paso alegre de la insensatez al precipicio; todo el mundo no solo se preocupaba por su trabajo, sino también por sus ahorros, el "corralito" pasaba a hipótesis, afloraron las tiendas de compraventa de oro, las grandes superficies se vaciaron, el paro adquiría los tintes de las recesiones históricas. Se desparramaban los carteles de ventas y las persianas bajadas, y se hicieron forzosos recortes y ajustes. Nos libramos de la intervención, o sea, de la cirugía de campaña. Un país tan densamente poblado por adultos responsables no admitía que se nos pudiera quitar "lo que tanto nos había costado conseguir"; era el exorcismo con el que se podía conjurar la realidad, bastaba ritualizarla con danzas en círculo y pócimas (Levi Bruhl). Lo que más asustaba era que tantos creyeran que esos cánticos en círculo pudieran operar sobre la economía, los fondos de inversión (los que anticipan y financian el Estado de Bienestar), las directrices europeas y catalizar emprendimiento y coraje.

Imbuidos de tal estado de ánimo en el que la necesidad pudiera ser refutada e invertida por berrinches y pataletas, creyendo que la mera invocación "tam-tam" a los significantes "¡no a los recortes!" bastase para que estos quedaran como impaciencias de gobernantes suicidas ávidos por perder el mayor número posible de votos. Cuantificar, priorizar recortes, es una cuestión técnica que consiste en discutirlos y hacerlos donde menos lesivos resulten. Este país jamás debate sobre los aspectos racionales y técnicos, ¡nunca! Siempre se instala en las trincheras de los "principios", en significantes que son siempre, y solo, morales e hipócritas. En apuestas infantiles de buenos y malos.

Esto ocurría hace pocos años cuando fue posible visibilizar el Apocalipsis. Pero aquí cuando aúlla el cornetín del significante, la memoria se escurre como pasión revanchista. Ahora se propone el "cambio" ¿Cuál "cambio"?: "¡Fuera Rajoy!", como verdadero programa estrella de gobierno. Sabemos que en absoluto es imperioso, porque todos han hecho todo por no anticiparlo. Los escandalosamente desmotivados y sucintos son la oposición. En esta feria de vetos rotundos resultan inapreciables el crecimiento, la disminución del paro, la salida del infierno, la gestión, el realismo, los objetivos...