Hay un momento que los toreros llaman de la verdad. Se plantan en mitad de la plaza, con el capote, mientras se abren los toriles. Y miran la boca oscura desde la que salen ruidos ominosos y resoplidos amenazantes. Y entonces aparece la testuz de esa media tonelada de músculo y cuernos. Y es ahí cuando al torero le entran los siete males.

Porque una cosa es imaginarse al toro y otra muy distinta verlo. ES justo lo que pasa cuando uno transita de imaginar las alcantarillas del Estado a escucharlas en una grabación en la que todo un ministro del Interior departe con un alto cargo de la administración pública, encargado de las investigaciones antifraude, estableciendo qué posibilidades existen de empitonar policial y judicialmente a unos enemigos políticos.

Este país hace ya tiempo que empezó a pudrirse. Los partidos políticos dudan en utilizar las herramientas del Estado, las influencias del poder y las complicidades mediáticas, para exterminar al adversario. La administración pública y la justicia en España se han desnudado para exhibir, ante quien quiera verla, la desnudez de profesionales que han perdido la apariencia de neutralidad para enfangarse en enfrentamientos sectarios de tirios y troyanos.

Que a un ministro de una potencia europea le graben en su propio despacho es un asunto en sí mismo asombroso. Parece más propio de una tira cómica de Mortadelo y Filemón. Pero el contenido de la grabación, que hasta el propio Gobierno da por buena, es tan escandaloso como el hecho mismo de su autoría. Y no tiene nada de cómico. Demuestra que Madrid buscaba desesperadamente pruebas que pudieran inculpar a dirigentes independentistas catalanes en negocios y componendas. Y que no las buscaba con afán justiciero, sino con finalidades políticas para las que contaba, incluso, con la supuesta colaboración de algún importante medio de comunicación. Lo que Monedero amenaza con hacer ya lo hace el Gobierno de Rajoy. Apaga y vámonos.

Lo hemos visto ya en muchas ocasiones. Casos que se filtran a los medios para que exploten antes en los titulares que en los juzgados. Fuerzas del orden que se convierten en anónimas fuentes de información que van adobando en los periódicos y radios el caldo donde hervir después a los que posteriormente pasan a ser imputados. Partidos políticos, convertidos en acusaciones populares, que acceden a los sumarios para difundirlos y disponer un juicio mediático paralelo a la causa judicial. Y así, en ese "totum revolutum", hemos convertido la política, la justicia y la sociedad en un circo de tres pistas donde todo es carne para los leones.

En cualquier otro país democrático, a estas alturas, el Gobierno habría dado mil explicaciones y el ministro habría demostrado que la grabación es falsa o habría presentado su dimisión irrevocable. En España no. Porque en algún momento atravesamos la frontera donde todo vale. El escándalo victimiza a los independentistas catalanes. Torpeza tras torpeza, este Gobierno ha sido la mejor leña para la hoguera separatista. No tendrá, supongo, consecuencias electorales. A la gente se la pela. Porque en el fondo piensa que todos son iguales. Y supongo que, lamentablemente, aciertan.