Desde siempre he sido un nacionalista europeo, precisamente porque creo en el nacionalismo canario. Y para Canarias, mirar hacia Europa es la única manera de entender la realidad de estas islas. Nunca estuvimos en otro lugar que no fuera una estrecha relación con el Continente. Lo dice nuestra larga tradición comercial y de historia de exportaciones. Lo dicen los apellidos que forman parte del acervo poblacional del archipiélago. Lo dice nuestra manera de entender nuestra posición en el mundo.

La Unión Europea fue un proyecto para convertir la ciudadanía europea en algo más que un mercado común que ha llegado a los 500 millones de personas. El libre tránsito de trabajadores, la libertad de flujos comerciales y de personas, supuso una revolución para una vieja Europa que derribaba fronteras, que apostaba por ir creando una cultura común y un desarrollo social más justo para todos. La UE de los 28 países de hoy tiene un presupuesto de 145.000 millones de euros -en cifras de 2015- y sus planes de gasto para el sexenio 2014 a 2020 dedica más de trescientos mil millones al desarrollo de las regiones más pobres y otra cantidad similar a la ayuda al desarrollo agrario.

La salida de Gran Bretaña es un nubarrón de tormenta que cae sobre el proyecto de la Europa unida. Pero tal vez sea el revulsivo que necesitaba la UE para recuperar la fuerza que se estaba diluyendo por el crecimiento de la xenofobia laboral ante la inmigración. Porque esa es la clave. Durante algunas décadas Bruselas se ha ocupado y preocupado más por los mercados que por los ciudadanos. Y ese ha sido el caldo de cultivo del auge de los populismos separatistas que curiosamente han sido adoptados tanto por las fuerzas de la extrema derecha como por los de la extrema izquierda. Sostienen que la solución a los problemas del paro, de la crisis económica y de la pobreza es desafiar a la Unión Europea y sus políticas, salir del euro y de la Unión Europea. Pero la solución es más Europa, no menos. Más Europa de ciudadanos. Y el mejor futuro para Canarias es precisamente que exista una Europa más fuerte, más solidaria y más comprometida con el desarrollo equilibrado de todas sus regiones.

La crisis económica y la inmigración son los dos factores que han promovido el crecimiento de un sentimiento antieuropeo. Un sentimiento que es posible encontrar en la extrema derecha de Francia o de Gran Bretaña y en la extrema izquierda de España o Grecia. Es difícil imaginar cómo habríamos sobrevivido a la gran crisis de este siglo sin las políticas monetarias impulsadas por el Banco Central Europeo para apoyar la crisis de la deuda de países como Portugal, Irlanda, España o Grecia. Y es mucho más difícil pensar en Canarias sin los instrumentos de ayuda a nuestras exportaciones agrarias, las becas de los programas Erasmus, la libertad de circulación de personas que tanto beneficia a nuestro turismo, o los fondos que vienen a estas islas como ayudas al desarrollo.

Frente a quienes en estos tiempos levantan la bandera de la división, la fragmentación y la independencia, es necesario oponer el nacionalismo europeo. La sensación de pertenencia a unos estados unidos de Europa capaces de responder solidariamente al reto de una ciudadanía multicultural y una solidaridad que promueva que se acorte la brecha entre las regiones más pobres y más ricas. Un proyecto colectivo que también favorezca el desarrollo de las regiones vecinas, tan importante para Canarias. Nunca como en las últimas décadas, Europa, España y Canarias habían vivido tiempos de tanto desarrollo, solidaridad y prosperidad.

Mi deseo, como nacionalista europeo y canario, es que seamos capaces de fortalecer un proyecto de unidad y no de división. Las respuestas a nuestros problemas no son las aventuras populistas, ni el separatismo que se disfraza de una independencia romántica que no tiene sentido en un mundo global. Porque soy nacionalista europeo y canario no entiendo otro futuro que el de una Europa unida y fuerte de la que formemos parte indisoluble. Una Europa capaz de entender, como lo ha hecho, que existen regiones ultraperiféricas a las que se ha dotado de un estatuto especial. Una Europa solidaria con los más lejanos y menos favorecidos de sus pueblos. Frente al pesimismo de la división, el optimismo de la unión. Frente a la debilidad de la desunión insolidaria, la fortaleza de la unidad que nos hace más fuertes. Esa es hoy mi esperanza.

*Presidente del Cabildo de Tenerife