Palabreja puesta en moda por el lenguaje de algunos políticos que padecemos. Determinados resultados de las elecciones generales que hemos tenido el pasado 26 de junio me han impelido a preocuparme por su origen. Así, de "transversal" dice el DRAE: 1 "Que se halla o se extiende atravesado de un lado a otro"; 2 "Que se aparta o desvía de la dirección principal o recta"; 3 "Que se cruza en dirección perpendicular con la cosa de que se trata".

Recuerdo oír de boca de don Pablo Manuel Iglesias, en los albores de Podemos, definir a lo que pronto se constituyó en partido político como una organización "trasversal". Y trataba de explicar él, y sus adjuntos, que Podemos devenía de la configuración de "círculos" (más o menos concéntricos) en los que no se manifestaban ideologías políticas, sino sentimientos de regenerar la vida ciudadana, que estaba siendo corroída por la corrupción, el despilfarro, el nepotismo y tantas otras variedades de la mala gobernanza. En ese nuevo partido militaban, según decía, ciudadanos de ideologías políticas diferentes, y aún sin ideología, concitados por aquel nexo. Esto es, no era un partido de izquierda o de derecha; era un movimiento ciudadano dispuesto a corregir las imperfecciones de la acción política al uso.

El paso del corto tiempo y el éxito obtenido en él, creo yo que inesperado, dio alas para "conquistar el cielo". Tras aquel éxito de las elecciones europeas llegaron las municipales y autonómicas. Con la ayuda del PSOE se posicionaron en el purgatorio como base intermedia para el cumplimiento de aquel deseo. Era el primer paso importante para aquella regeneración anunciada y comprometida. Y llegaron las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. Podemos obtenía un resultado que le metía en la antesala del cielo, portando un bebé y algunas dosis de cal. Los dirigentes de tal partido empezaban a mostrar que aquella transversalidad había quedado arrumbada en su próximo pasado. Se trataba de postulados más allá de la izquierda civilizada. Y de esta suerte hemos venido a parar a las elecciones del 26 de junio.

En el ánimo de tener beneficios de la injusta ley electoral que también padecemos, confluyeron en agrupación Podemos e IU. Queda de manifiesto que aquella transversalidad ha desaparecido. Ya es izquierda radical. Y pese a la "agrupación" para sumar votos, resulta que no se suman, se restan. ¡Horror! ¿Qué ha pasado? ¿En que nos hemos equivocado? ¡El voto del miedo!... Desde mi punto de vista ha ocurrido, entre otros, un hecho principal: ciertamente, aquella organización transversal contaba con ciudadanos que militaban con unos fines definidos y muchos de aquellos ciudadanos han puesto pies en polvorosa cuando han visto la deriva a la que aquellos dirigentes han llevado a Podemos. Y eso es harina de otro costal.