Llegado el estío, con su carga lúdica y litúrgica de celebraciones, es bueno señalar a toro pasado el resultado óptimo de la tradicional romería en honor a San Benito Abad, que ha obtenido este año una crítica más favorable. Las medidas de acortamiento del itinerario, para dar mayor brevedad al trayecto callejero, han sido positivas; si bien serán objeto de algunas modificaciones, especialmente su traslado a una hora más tardía, para evitar las incomodidades del calor.

Mucho ha llovido desde que en 1952 sus organizadores decidieron añadir a la fiesta un certamen de coplas canarias; y para ello acordaron otorgar una Espiga de Oro a su ganador, el insigne sacerdote Sebastián Padrón Acosta. Dicho premio fue recogido en su nombre, dados sus problemas de salud. En principio y por retraso del orfebre, recibió una espiga natural hasta que le otorgaron el galardón, que ofrendó a la Virgen de Candelaria. Pese al entusiasmo inicial, el certamen fue decayendo hasta que en 1961 se reforzó bajo el patrocinio de nuestra Universidad, que cambió las coplas por la modalidad de romances; dedicándolos cada año a una de las siete islas; siendo inicialmente ganada por Pedro García Cabrera con su romance: "Yo, verode". Posteriormente, fueron galardonados los más destacados vates del momento, alzándose con el premio Carlos Pinto Grote, Manuel Castañeda, Fernando Garcíarramos, Fernando G. Delgado, y un desconocido Apuleyo Soto Pajares, residente hoy en Guadalix de la Sierra (Madrid). Citar la lista de participantes sería algo prolijo, pero podría señalar a Luis Coviella Cuevas, Agustín Millares y muchos otros nombres de la cultura canaria. Concluido el patrocinio universitario, del que formaron parte del jurado y como mantenedores los rectores y su claustro, el concurso padeció un paréntesis de nueve años, volviéndose a retomar el de coplas por los responsables municipales hasta nuestros días.

Relacionando las modificaciones previstas para la romería, tampoco vendría mal hacerla con la proclamación de los ganadores del veterano concurso, y retornarla al teatro Leal por la excesiva duración del festival "Siete Islas" a la intemperie. También y para convocar mayor participación, debería complementarse con dotación económica, acción que ha tenido un único precedente, al margen del patrocinio de la Universidad lagunera.

Dejando atrás la medianía, nos acercamos al litoral capitalino y su también tradicional procesión marítima en honor a la Virgen del Carmelo. Hoy, las circunstancias y la asistencia masiva no pueden compararse con las décadas de la segunda mitad del siglo pasado, con una ciudadanía más practicante y con menos recursos económicos. Sin embargo, por nuestra condición de puerto insular, es factible seguir honrando a la advocación mariana de la patrona de los mares y los marinos. En la memoria del que esto escribe aún se dibujan las imágenes de un ayer cercano con aquel otro rebaño de embarcaciones engalanadas, e incluso con vestimentas acordes a sus caracterizaciones, ya que estas experimentaban cambios provisionales en su aspecto, e incluso creo recordar que se gratificaba a los mejores. Hoy en día, carentes ya de las antiguas gabarras de madera, el transporte se ha sustituido por un único remolcador más novedoso, y también se ha vuelto a retomar la travesía a nado del recinto portuario, con salida desde el muelle Norte, y se ha reafirmado el festival de Habaneras.

Es bueno conservar nuestras tradiciones, acordes hoy con las mejoras estructurales que está experimentando nuestra antesala marítima de la mano de la Autoridad Portuaria, Cabildo y Corporación municipal, con vistas a un futuro comercial más prometedor e inmediato. Ahora sólo falta completar las mismas celebraciones en otros municipios de la geografía insular.

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