Tengo cierta inclinación a prestar mayor atención a quien habla desde su propia experiencia, desde su propio error. Me resulta más creíble, más provechoso, más inspirador.

Johannes Haushofer es un profesor de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, cuyo historial educativo y profesional puede consultarse fácilmente en la web universitaria. Se trata de una larga lista de logros: una decena de premios, treinta y tantas publicaciones, varias investigaciones, participaciones en seminarios, conferencias, talleres, medios de comunicación... Un currículum extenso con referencias a su formación académica en la que aparecen nombres de universidades de peso como Oxford y Harvard, o el Instituto de Tecnología de Massachusetts. El brillante currículum, en fin, que cabe esperar de un docente universitario.

Sin embargo, Haushofer ha concluido que este currículum oficial no da cuenta real de su recorrido personal y profesional. Así que recientemente ha decidido publicar también su "currículum alternativo". Lo anunció en su perfil de Twitter con pocas palabras: "Nueva publicación: ¡Mi Curriculum Vitae de fracasos!". Y a continuación añadió el enlace al documento colgado en la web de su universidad. Cuando he mirado este tuit ya había sido retuiteado más de novecientas veces y contaba con otros novecientos "me gusta". Imagino a toda esa gente con la misma curiosidad con la que yo he consultado el "currículum alternativo" del profesor.

"La mayor parte de lo que intento, falla", comienza Haushofer este otro currículum. "Pero estos fracasos -dice- con frecuencia son invisibles, mientras que los éxitos sí son visibles". El profesor universitario se ha dado cuenta de que puede dar la impresión al resto de la gente de que a él todo le va bien. Me llama la atención que Haushofer sienta que, a consecuencia de esto, quienes le lean y no reúnan semejante listado de éxitos, tiendan a "responsabilizarse a sí mismos por los fracasos", en lugar de comprender que "el mundo es un lugar relativo, que las solicitudes que hacemos son imprevisibles y que los comités de selección o los jueces tienen días malos". De manera que para "equilibrar" sus referencias y "proporcionar cierta perspectiva", nos da cuenta de las "sombras de su carrera profesional": programas de grado en los que no pudo entrar, puestos docentes para los que no fue seleccionado, becas que no le concedieron, premios que no recibió, artículos que le rechazaron y no pudo publicar o financiación que no le dieron.

El gesto del profesor, que me ha impresionado, no es el primero. Él mismo cita otros "ejemplos de currículums de fracasos" y explica que sigue la iniciativa de Melanie Stefan, otra docente de la Universidad de Edimburgo que ya había propuesto el "CV de fracasos". En un artículo que publicó la revista Nature, Stefan argumentaba que "hacer públicas las dificultades que, en mayor o menor medida, todos los profesionales sufren en algún momento de su carrera, puede ayudar a otros a asimilar mejor los obstáculos que encontrarán". Al tuit de Haushofer le han respondido otros con agradecimiento y compartiendo también experiencias de fracasos profesionales bajo el "hashtag" #CVofFailures. Luego he visto que con esta etiqueta hay una lista interminable de tuits.

Los éxitos los contamos, los difundimos, los engordamos incluso, pero tengo para mí que no calan como los fracasos. Las sobredosis de triunfos, de aciertos y trofeos en exclusiva se alejan de lo común, de lo que es genuino y devuelven una imagen más bien desfigurada como espejos de feria poco fiables. Cuando alguien desvela detrás de cada logro, un puñado -tal vez cientos de puñados- de grandes y pequeñas renuncias, de grandes y pequeños fracasos, no solo tiene un gesto de valentía, lo tiene también de generosidad y, sobre todo, de humildad. Y en esto sí encuentro una referencia sólida, real, universal.

@rociocelisr

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