Cansa escuchar el discurso que mantienen algunos dirigentes políticos y empresariales de Gran Canaria acerca de los criterios que se deben aplicar a la hora de distribuir por islas las inversiones autonómicas. Primero, por el egoísmo que reflejan. Solo piensan en su pequeño mundo, el resto no les importa, y así es muy difícil construir algo, ya de por sí complejo, como una comunidad autónoma integrada por ocho territorios separados y cada uno con sus propias peculiaridades. Segundo, porque la realidad es la que es y, aunque le den muchas vueltas a las cifras, no la van a poder cambiar. No solo han salido ganando en los últimos años, sino que también obtienen ventaja con los planes plurianuales que tiene establecidos el Gobierno canario para el futuro. Y, en tercer lugar, han olvidado que ya bien entrado el siglo XXI, hay que cambiar el chip y sumar esfuerzos para que todos los habitantes del Archipiélago puedan disfrutar de los mismos servicios y prestaciones sin tener en cuenta la isla en la que residen. Como bien apuntaba hace unos días el presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, no se trata de cuantificar los euros que el Ejecutivo canario ha destinado o destinará a La Graciosa, Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria, Tenerife, La Gomera, El Hierro o La Palma, sino de averiguar las necesidades que tiene cada una de ellas, fijar prioridades y buscar todos juntos la forma de cubrirlas. Lo de estar comparando un día sí y el otro también las partidas asignadas a cada una de las ocho islas pertenece a otro tiempo, en el que algunos parecen haber quedado anclados. El enfrentamiento insular solo sirve para que Canarias pierda fuerza a la hora de reclamar al Estado que invierta en las Islas lo que en justicia merecen. El encuentro que el presidente del Ejecutivo autónomo, Fernando Clavijo, ha solicitado a los cabildos, con el objetivo de examinar el supuesto desequilibrio inversor, debe tener ese propósito. No estaría de más que los invitados vayan mentalizados de ello a la cita.

Coincidiendo con sus primeros doce meses al frente de la Presidencia del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo analizó hace siete días en este periódico la situación en la que se encuentra el Archipiélago y demostró tener una visión bastante realista de las Islas. Lejos de caer en la autocomplacencia, admitió que pese a las mejoras registradas en el último año, no puede estar satisfecho, ya que aún "hay miles de familias pasándolo mal, un 26% de paro, jóvenes sin encontrar oportunidades o muchos de más de 45 años que no hallan trabajo". Clavijo evitó entrar en debates estériles y dejó claro que ahora mismo su principal preocupación es posibilitar que los canarios que deseen trabajar puedan hacerlo, lo que será factible si en el Archipiélago hay un crecimiento económico sostenible. Subrayó la importancia del sector turístico, no siempre bien valorado, y la labor desarrollada en áreas como la de dependencia, cuyos avances se ven difuminados por la grave situación de partida. Un diagnóstico sensato, aderezado con ciertas gotas de optimismo sobre el futuro que espera a las Islas si se mantiene la hoja de ruta trazada al inicio del mandato.