Y digo esto porque hablar de él parece que a pocos les gusta. Los consejeros de los cabildos y del gobierno, los concejales de los ayuntamientos, todos aquellos que pueden intervenir en las adjudicaciones que siguen a las elecciones de cualquier tipo, esperan que no les toque esa área. Y no por el hecho de que puedan ser poco cultos -Dios me libre de pensarlo, pues sobradas muestras hay de que no es así-, sino porque saben que el dinero disponible para esa rama suele ser escaso. Su gestión al frente de ella con toda seguridad será objeto de censuras y críticas sin cuento, sin que por lo visto nadie se dé cuenta -bueno, unos pocos, sí- de que la inoperancia no es culpa del gestor, sino, como he dicho antes, de la falta de recursos.

Y, sin embargo, ¡qué importante es para un pueblo mantener vivas sus raíces! Es, creo yo, lo único que logra unir los sentimientos de todos los mayores, que inevitablemente se preocupan de transmitirlos a sus descendientes. De ahí la relevancia que adquieren las fiestas populares, las romerías, las verbenas y celebraciones en las que la ciudadanía participa, pues son ellas las verdaderas depositarias de las tradiciones; lo mismo que ocurre en otras culturas.

Pero la gente, todos nosotros, necesita no solo la actuación de algunos de nuestros cinco sentidos -según parece, los científicos están ahora empeñados en que no son cinco, sino unos pocos más...-. La audición de nuestras canciones populares, el olor y sabor de nuestros guisos y platos tradicionales o la agradable sensación física que produce la bondad del clima que disfrutamos no bastan: es preciso ver nuestro patrimonio. Conservarlo, protegerlo contra la acción de los gamberros, inculcar en la ciudadanía sus valores, las razones que condujeron a su construcción, deberían ser tareas primordiales para cualquier partido político, y no seguir considerándola -ya lo he dicho, por falta de medios económicos-, de "segunda división".

Por eso me ha sorprendido gratamente el acuerdo alcanzado por el Gobierno de Canarias, el Cabildo y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, que se han comprometido -y lo copio puesto que no tiene desperdicio- "a trabajar en común por la recuperación y puesta en valor de los bienes de interés cultural de la capital tinerfeña, al compartir la preocupación por su estado de conservación y la necesidad de divulgarlos y rehabilitarlos". Ya hay compromisos para emprender las necesarias obras en el Palacio de Carta, el cementerio de San Rafael y San Roque y el parque de Viera y Clavijo, pero afortunadamente nuestro patrimonio es tan amplio que las señaladas son como la punta de un iceberg. Hay otros muchos edificios públicos cuyo aspecto merece ser mejorado, pero abundan más los de carácter particular. Sus propietarios, y menos aún en esta época de estrecheces económicas, carecen de los medios para rehabilitar fachadas, reparar artesonados o rigidizar los viejos balcones que el paso del tiempo ha dañado. Se precisa la ayuda de los organismos oficiales para que esas obras de mejora se puedan llevar a cabo, estudiando la posibilidad de que sus propietarios vean aliviadas las cargas fiscales que padecen. Que un edificio sea considerado Bien de Interés Cultural -los conocidos como BIC- es algo que muchos rechazan de plano, pues solo comporta obligaciones y escasos beneficios.

Esperemos todos que esta vez, al estar en el empeño las tres instituciones señaladas, los propósitos lleguen a buen puerto. No puedo olvidar que Alfonso Soriano, concejal hace algún tiempo de nuestro ayuntamiento, dimitió, creo, por no disponer de los medios para el templo masónico...