En 1961, y con sólo 16, Marisina Estévez hizo sus maletas cargadas de compromiso y fe y se marchó de Buenavista del Norte para ejercer como misionera en África, donde permaneció más de 50 años en Tanzania desarrollando labores humanitarias. Hasta esta zona africana llegó una importante suma de recursos procedente de Buenavista y de otros lugares de Tenerife, fondos con los que las Hermanas de la Asunción, congregación religiosa de la que formaba parte sor Marisina, pudieron comprar medicamentos, construir depósitos para almacenar alimentos y fabricar hornos destinados a la elaboración de pan.

Una labor que pude apoyar personalmente como vicepresidente de la Federación Canaria de Municipios (Fecam) desde 1999 a 2008. A través de la Comisión de Servicios Sociales que presidía en ese entonces, logramos invertir más de 15.000 euros en una escuela infantil, con la que se pudieron escolarizar 500 niños. Además, se destinó otra importante inversión gracias a la cual se construyeron hornos de pan para alimentar a las personas de 20 núcleos de África, y se destinaron recursos para que obtuviesen de forma ecológica millo molido, el plato principal de su alimentación.

En una de las pocas entrevistas que realizó sor Marisina, recordó que en sus primeros años en Tanzania no parecía África por la gran presencia de ingleses, al contrario de lo que sucedía ya a principios de 2000.

Un panorama que lamentablemente se sigue produciendo en la actualidad, en gran parte porque no se han destinado los recursos ni la voluntad necesaria para ayudar en el desarrollo de nuestro continente vecino, dejándolo prácticamente sólo, y al que me considero emocionalmente ligado por mi experiencia personal en los campamentos de Tinduf.

Fueron numerosos viajes a la Casa Cuna, numerosas visitas y mil experiencias vividas y aprendidas de los niños saharauis, para volverme al final de esa experiencia, con lo mejor que me ha dado África.

Esta misma semana, hemos tenido la oportunidad precisamente de analizar nuestra implicación en el desarrollo africano, a través de la celebración del Campus África 2016, donde he invitado a todos a pasar de la reflexión a la acción, y cristalizar esa reflexión en acuerdos que apuesten por la economía del conocimiento para propiciar el desarrollo tanto de nuestro continente vecino como de nuestras Islas.

Como parte de esa contribución al desarrollo del continente africano, hay otra mujer que, al igual que sor Marisina, se convirtió en ejemplo de superación y de aportación al crecimiento de África como fue Wangari Maathai, la primera mujer africana en conseguir el Premio Nobel de la Paz en 2004, por su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz.

Fue miembro del Parlamento de Kenia y fundadora del Movimiento Cinturón Verde. Fue la primera de su clase cuando terminó sus estudios en 1956, y gracias a la entonces fundación conocida como Puente Aéreo de África, pudo acceder a una beca para estudiar en Estados Unidos.

Creo firmemente que es necesario que elijamos: permanecer hieráticos o recuperar una mirada más amplia de lo que somos, de lo que fuimos un día y de aquello en lo que nos queremos convertir. Viajamos en el mismo barco que nuestros vecinos del continente africano, sus dificultades también son las nuestras, lo que les pasa a ellos nos pasa a nosotros.

La tarea empezó hace mucho y nos concierne a todos, porque entre todos somos capaces de cambiar el rumbo. África sirve, ante todo, como un espejo, a través del cual Europa se conmueve, se humaniza. Tenemos que elegir y trabajar o por ser la valla o el puente de África.

*Vicepresidente primero del Cabildo de Tenerife y presidente del Grupo Socialista en la Institución insular