Fascinante. La tecnología nos supera. Las guías de teléfono, por ejemplo, fíjese qué invento, y ya no sirven para nada. Ahora cualquier móvil incluye reconocimiento de voz y hay aplicaciones capaces de traducir textos a cientos de idiomas; imagínese, de ahí a un dispositivo traductor al instante va un paso. Nosotros pensando que la educación bilingüe era lo máximo y estará obsoleta en nada. La vida cotidiana y la cultura en idioma materno, traducciones profesionales y para entendernos bastará un aparatito en la oreja. Aprender inglés por placer, no por necesidad. El hecho diferencial catalán lo resuelve una "startup" de Corea del Sur, ¿se da cuenta?; después ya solo discutiremos por dinero. No sé si a usted le pasa lo que a mí: los nuevos tiempos me fascinan, con tanta tecnología y el conocimiento plenamente disponibles. En la agricultura, la investigación científica acelera la mejora genética, producir comida ya no es un factor limitante; en la industria, los robots hacen el trabajo sucio; el futuro es de las personas, de la creatividad, de la innovación, del ocio, de procurar el bienestar. Prepárese.

Perjudicados. Cualquier novedad tiene damnificados, que son los que pierden con el invento, claro, y se oponen a que tales avances tengan lugar. Está en nuestra naturaleza, somos del gremio, cada uno del suyo, y quienes proponen ideas disruptivas son el enemigo. El gremio de los profesores de alemán dirá que estoy loco, que una máquina jamás será capaz de interpretar los matices; yo tampoco, aunque estudie unos cuantos años más. Es duro que la ocurrencia de un friqui nos deje sin trabajo y nos cambie la vida, es verdad. Por suerte siempre hay alguien dispuesto a aceptar cualquier idea ingeniosa y probarla, a pesar de.

Buenos deseos. Habrá escuchado a quien sostiene que tirar colillas en la calle crea empleo -en las empresas que trabajan para el ayuntamiento-; vaya error tener que destinar dinero público a esa tarea. Además, una cuestión de estrechez de miras desear para la gente una ocupación tan ingrata. En plena transición tecnológica, cuando tantas profesiones desaparecen o están a punto de hacerlo, hay quienes sugieren implantar una renta básica universal, dinero por nada, y romper con los mecanismos de la superación personal, la cultura del esfuerzo y todas esas cosas; no sé yo si bastaría con desatar el corsé y dejar que pase lo que tenga que pasar.

El sistema. La papelera situada por fuera de la oficina de la Seguridad Social rebosa impresos que jamás serán usados. Puedo entender -nunca defender- la economía sumergida perpetrada desde la impotencia de enfrentar la burocracia: petición de cita previa, presencia física, alta como empleador, alta del empleado, contrato, todo en papel por duplicado, copia de los DNI y tres pólizas de veinticinco pesetas... Así es el proceso para formalizar una empleada de hogar para seis horas a la semana. Descorazonador. Se estima que el 84% de quienes preguntan desisten y el 100% de quienes no preguntan también desisten. Prurito profesional o incapacidad, elija, el desatino está enquistado, perpetúa la economía sumergida y sus terribles efectos secundarios, el origen de todos nuestros males; qué pesado me pongo.

En política. Saber interpretar y anticipar los cambios, conseguir que el sistema permita que esa innovación tenga lugar, luchar contra los "lobbies", favorecer la competencia, usar la tecnología para simplificar y ganar eficacia. El reto es abrumador, qué pena la falta de consenso. En cualquier caso, no tema, lo peor que puede ocurrir es que el Estado colapse por propia obsolescencia, nada grave y quizás inevitable. Después, empezar de nuevo: el futuro, quiero decir, el presente, es fascinante.

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