La excitación antiamericana española es algo que da especificidad y profundidad (crítica e intelectual) a nuestros compatriotas, que gustan actuar de vigías del Occidente progresista con los norteamericanos. Salvaguardan esos valores, que custodian en la intimidad, cuando el horizonte electoral se ensombrece con la irrupción de republicanos tenebrosos como Reagan y, por supuesto, los Bush, peroTrump supera a todos juntos. Actúa esa nota tan española como es la visceralidad, como un gran a priori doctoral.

Sin embargo, Trump no deja de ser esencialmente un populista enemistado con el "establishment", que tan bien conocemos en Europa o América latina; surgido de la periferia del partido republicano, es un advenedizo. Por lo que vimos en las primarias, los candidatos adversos eran latinos. Uno esperaba encontrarlos entre los demócratas. Trump es un antisistema que ha encontrado los mayores obstáculos dentro del Partido republicano, como es lógico, al punto que figuras como Paul Ryan y JohnMcainele han negado su apoyo, mientras otros anticipan que votarán a Clinton. El cortafuegos lo tiene en "su" propio partido.

Donald Trump es una excrecencia del pasado, un WASP (White Anglo-Saxon and Protestant) incompatible con la morfología actual de Norteamérica, que sigue siendo la deseada patria mundial de la emigración y las oportunidades. La América de Trump ya no existe, su multiculturalismo se ha multiplicado exponencialmente y ahora más que nunca es un esplendoroso crisol de etnias y religiones, incluido el islam. Él mismo es nieto de alemanes y su mujer eslovena. Trump no solo es inquietante por la emigración y su autoritarismo prefascista, sino también por el aislamiento y centralidad que quiere reservar para EEUU. Lo que haría temblar a Europa no solo comercialmente, sino a su PIB, al tener que asumir los gastos de defensa, confortablemente dispensada de ellos desde la II Guerra Mundial. El mundo sería más que un avispero, el caos. Sin disuasión alguna. No solo los latinos querrían instalarse en EEUU, sino casi todo el orbe. Los pacifistas, sin embargo, verían en ello, como kantianos, la paz perpetua.

La única revolución que aplaudió Hannah Arendt fue la americana, que a diferencia de las revoluciones sociales encaminadas a evitar el sufrimiento, fracasaron; no así la americana que fue política y en pos de la libertad. EEUU tiene otro mérito fundacional: siguiendo a Anthony D. Smith, se trata de una nación cívica (de iguales, al margen etnia, religión...) y no una nación étnica. El capitán musulmán del ejército muerto, es intocable; Trump: era simplemente norteamericano.