Quisiera explicar la encrucijada económica, política y sociológica en la que nos encontramos. ¿Cuál es la situación? La crisis actual en España es una crisis financiera en sus comienzos y converge a una crisis financiera, real e integral. También es una crisis sistémica de valores y de madurez política. Una crisis económica que ha presentado indudables síntomas de mejora y que hoy frunce el ceño ante la incertidumbre política, aunque hayamos tenido una gestión económica sin duda admirable. ¿Cómo abordo el problema? No desde el populismo, no desde el voluntarismo, no desde el buenismo, no desde el dirigismo, ni el intervencionismo. Lo abordo desde la clara constancia de que los agentes socioeconómicos aplicamos la racionalidad, pues tenemos objetivos a alcanzar y restricciones de escasez que cada quien (todos) padece, es verdad que unos más que otros; y, consecuentemente, estas restricciones y objetivos nos afectan y estimulan, tanto individualmente como en el conjunto.

¿Cómo se contextualiza todo este problema socioeconómico y político? Muy bien en el modelo del flujo circular de la renta; donde estamos todos lo que estamos (de Marte nadie ha llegado aún): todas las familias o economías domésticas (trabajadores ocupados y parados), todas las empresas (sector privado, sindicatos y patronales), gobiernos de las respectivas Administraciones y el resto del mundo (cargado a su vez de hogares o familias, empresas y gobiernos...). Todos estamos, también los "excluidos, marginados y pobres".

¿Qué observamos para caer en la cuenta de lo que nos ocurre? Los flujos monetarios, las entradas y salidas, los respectivos ahorros y endeudamientos y a través de los agregados netos se capta algo tan obvio como la fortísima interdependencia que hay entre todos los agentes. ¡Interdependencia!, no independencia ni autonomía estanca. Eso no existe ni se sostiene. Aunque haya banderas que lo defiendan. Así la perspectiva, se puede apreciar el sinsentido económico y social de la permanente pugna tan presente en las dimensiones y perspectivas voluntaristas, buenistas, dirigistas e intervencionistas (llamadas ahora estrictamente "políticas" que chocan inexorablemente con la realidad económica, con la realidad que pisamos, sufrimos y vamos superando).

¿Cual es la máxima que nos hace comprensible la magnitud del problema? La interdependencia y necesidad de confianza mutua. Esa es la máxima. Necesidad de preservar y cuidar esta confianza mutua para que fluya la actividad económica y el empleo, se genere ahorro, inversión (F.B.K), competencia, división del trabajo, riqueza y distribución por la vía del trabajo y del sistema tributario sostenible. Todo en economía debe ser sostenible, si no es sostenible, sólo ocurre una cosa, que no se sostiene y se cae. Esto es inexorable. Y con nada de estas cosas se puede jugar, ni frivolizar si se quiere actuar desde la responsabilidad y no llevar a las gentes y a los pueblos hacia barranqueras ni precipicios.

¿Con quién contamos? Con todos los que estamos y estaremos. A todos los agentes hay que respetarlos, escucharlos, escrutarlos y analizarlos. En el contexto de la economía española a cada tipo de agentes se les debe analizar. Sus decisiones de ingreso, de gastos, sus balances de ahorro neto, sus necesidades de financiación, porque hay que tener clara respuesta a estas preguntas: ¿quién nos presta?, ¿dónde están?, ¿están todos en Alemania al lado de A. Merkel? ¿o hay alguno/s que ahorra/n por aquí cerca? ¿Si tú fueras uno de estos, cómo sería tu grado de confianza en mí? ¿Y en nosotros? ¿Y en España? ¿Cuál es el papel del sistema financiero? ¿Sin duda deberá diferenciarse del papel del sistema tributario? ¡Cuánto nos enseña la interdependencia y cuánto nos disciplina, al sector público y al privado, el envaramiento de la prima de riesgo! Al efecto, cuánto nos enseña y alivia la reconducción del déficit público desde el 8,9% del PIB en que lo dejó el PSOE en 2011 hasta el 3,6% para este año, en un contexto previo y persistente de gran adicción al endeudamiento del sector público y del sector privado con cotas del 100% y del 160% del PIB respectivamente (260%); dos años y siete meses de actividad económica íntegra de todo el país sería precisa para saldar tal endeudamiento. En España el gasto del sector público es casi el 43% del PIB, de la actividad económica que generamos en un año y los ingresos públicos son del 38%. Ha habido indudables sacrificios para ir corrigiendo los excesos de gastos y la adicción al endeudamiento. ¿Por qué? Porque es lo sensato, lo que hay que hacer, lo dicen los manuales, ¡pero también lo dicen los más viejos, las bisabuelas y las abuelas, que son las que saben de crisis, de postguerras y sacrificios! Los hogares y las empresas se han apretado durante esta crisis bien el cinturón y el sector público, con un gobierno firme, también lo ha intentado con sus dos ajustes fiscales, asumiendo un gran coste político porque era y es absolutamente necesario; los datos económicos nos hacen saber la inexorable necesidad de las reformas: de la reforma financiera y del sistema crediticio, de la reforma laboral flexibilizando el mercado de trabajo, de la reforma de las administraciones públicas, del fomento de la competencia en todos los mercados de bienes y servicios, financieros y de trabajo y la reforma que apuntale las pensiones. Su concreción, preservamiento y profundización es tarea necesaria y obligada. Lo sabemos aquí ahora todos: los que gobernaban (PSOE), los que gobiernan, ahora en funciones (PP), y los gobernados (familias y empresas, el sector privado), y también lo saben y esperan estas reformas el resto de los países, empezando por nuestros socios de la UE, quienes más nos han prestado (a quienes más debemos). ¡Ahora bien! ¿Lo saben los nuevos y ya viejos protagonistas del recientemente disuelto arco parlamentario? ¿La nueva oposición resurgente con potencial vocación de poder por la vía legítima de las urnas? Los datos económicos, la realidad, se encargarán de hacérselo ver. Las restricciones de escasez operan siempre, y la terquedad política y voluntarista contrastarán la insostenibilidad de sus máximas y pretensiones, antes, espero, que sus espejismos y miopías, quizá cargadas de buena voluntad, nos conduzcan a precipicios y barranqueras. Con las cosas serias no se juega.

*ULL