Oferta. La actividad parlamentaria exige tradición, costumbres que se trasmiten de generación en generación, antigua usanza, nueva doctrina..., pero todavía no tenemos nada de eso; de momento tan solo pacífica alternancia. Conste que entiendo a los partidos que dicen que no, que no quieren colaborar a que su rival político sea investido presidente, ya sea por orgullo y aunque tal conducta les delate. Sitúan al inquilino de la Moncloa en un plano muy superior a las cuestiones de fondo que toca dirimir en Cortes y a sí mismos como no aludidos en una posición poco convincente. Esta breve legislatura, postergada a fin de mes a un resultado incierto, evidencia esa falta de tradición y el escaso sentido de Estado de todos sus actores. No hemos visto al PP indagar qué tendría que proponer para que los parlamentarios de Unidos Podemos, por ejemplo, apoyaran una hipotética contrarreforma de la reforma laboral; tampoco le han preguntado al PSOE qué artículos de la ley Wert habría que modificar, no ya para aceptar una cálida abstención en el debate de investidura, sino para conocer de primera mano cuáles son esas diferencias insondables.

Demanda. Ningún otro concernido en la búsqueda del consenso. Ni PSOE ni UP -ni siquiera C''s que se conforma con el primer round- se atreven a enseñar sus cartas, a jugar duro, a exigir condiciones un paso más allá (¿otro candidato del PP?), ninguno se arriesga a contar detalles sobre qué quieren para España. Callan, no vaya a ser que alguien pueda interpretar coincidencias de alguna clase o atisbo de compromiso. No se trata de reducir el paro ni de activar la economía, sino de que sean "los unos" y no "los otros" quienes impulsen tales mejoras. Cuando la política se olvida de su fin último, sobra, no interesa.

Atasco. La investidura de Rajoy es un accidente que podría ocurrir (me plagio a mí mismo); basta que al acuerdo profiláctico entre PP y C''s se sumen, mediante una inocente inhibición, algunos diputados de las fuerzas independentistas que entiendan que la debilidad de un gobierno en minoría dará alas a sus pretensiones. Aunque conformar gobierno es un problema menor: después toca sacar leyes. Sin un sólido pacto, con C''s también en la oposición, no sé yo, porque si llevan tantos meses para una única votación y no han sido capaces siquiera de sincerar posturas ni de enseñar el juego para sumar, ¿qué pasará con los presupuestos generales?

Mucha suerte. Visto lo visto, las terceras elecciones parece ser la única vía para desatascar el poder legislativo, para buscar y encontrar una mayoría suficiente. Y nos damos unos meses más, incluida la prórroga de las anteriores cuentas del Estado, sin tanto recorte y sin subidas de impuestos. Terrible: no hacer nada funciona (a veces). Afortunados contribuyentes tenemos suerte y la prima de riesgo en mínimos para endeudarnos más barato; si es que no hay mal que mil años dure. Nuevas elecciones el día de Navidad, reconozca que tiene su gracia. Tantos meses de política para acabar hartos y para nada más. Más terrible aún: la vida sigue sin ellos.

Suben los precios. Encantado con las cifras récord en la entrada de turistas, encantado sin matices, cuantos más mejor, si pagan sus cosas y si las empresas que los atienden liquidan sus impuestos. Sin peros. Hay que confiar en el sabio mecanismo de la oferta y la demanda: si esta aumenta, suben los precios (noticia de estos días). El turismo no es la panacea, pero puede ser un buen negocio, y seguimos con suerte (por desgracia) dada la nefasta situación sociopolítica de nuestros competidores.

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