Han pasado tantos años que ya casi no me acuerdo de cuándo empecé a ver las deformaciones en seres humanos que habían padecido en la placenta materna los efectos de ese fármaco. Medicamento que había puesto al consumo el laboratorio que lo diseñó. Un laboratorio de pretendida solvencia. Y supongo que con los permisos y la garantía farmacológica del Gobierno.

Han sido, también, muchos años de lucha de quienes han sufrido (muchos ya no están entre nosotros) y padecen esas deformaciones para que se les reconozca el derecho a una indemnización por la mala práctica de quienes produjeron y aprobaron la distribución de aquel medicamento que alcanzó al conocimiento de la población porque mostraba sus trágicos efectos: la talidomida.

El problema no afectó sólo a España; también produjo sus perniciosos efectos en otros países. Pero viene a resultar que es sólo en nuestro país donde los afectados no han podido alcanzar indemnización alguna por las deformaciones en sus cuerpos que el medicamento recetado a sus madres produjo. Es en este país nuestro, todavía llamado España, donde las reclamaciones de indemnización han llegado hasta el Tribunal Constitucional (TC) y este ha venido ha sentenciar que el asunto está "prescrito".

País, el nuestro, con leyes garantistas del derecho de los delincuentes. Cuenta con más garantías el golfo, el violador, el pederasta, el asesino, el ladrón... que el ciudadano de bien, que el propietario arrendador de una vivienda, que el comerciante robado, que la mujer violada, que la mujer maltratada, que...

Si los tribunales de justicia de nuestro país pueden sentenciar y sentencian la prescripción de un asunto como el producido por la talidomida, es que nuestro poder legislativo ha estado y está, simplemente, a por uvas. Los tribunales sentencian al amparo y cumplimiento de las leyes que el poder legislativo, el Congreso de los Diputados, produce y promulga. Luego oímos que las leyes se "pueden interpretar" de una u otra forma. Y yo digo: si las leyes diseñadas por nuestros diputados, con el apoyo de infinitos "asesores" y "asistentes" (todos pagados por Juan español), han de verse luego al albur de la interpretación que este o aquel magistrado, abogado, fiscal pueda hacer, mejor es cerrar el quiosco.

En todo caso me parece una vergüenza, que nos habría de sonrojar a todos, que el asunto de la talidomida se tenga por prescrito. Las deformaciones de quienes lo padecieron están a la vista. No están prescritas. Están ahí.