El desarrollo sostenible es aquel que garantiza las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

Dra. Gro Harlem Brundtland, 1987

Últimamente nos están bombardeando con listados sobre "las mejores ciudades para vivir", "las mejores ciudades para trabajar" o "las mejores ciudades para..." lo que se te ocurra. Y nunca estamos del todo de acuerdo con ninguna de estas publicaciones porque en el fondo, casi siempre, consideramos que nuestra ciudad es la mejor (sobre todo si vivimos en Canarias). El caso es que las ciudades ocupan un lugar fundamental en el mundo actual. Y no es porque representen una gran parte del planeta... De hecho, sólo el 3% de la superficie terrestre está ocupada por las ciudades. Sin embargo, en este mundo tan monetarizado, la importancia se mide en términos de riqueza y, por consiguiente, de consumo. Esto significa que en ese 3% de territorio vive más de la mitad de la población mundial, que consume en torno a tres cuartas partes de la energía del planeta, con la consiguiente emisión masiva de CO2 en estas urbes.

Las ciudades cada vez son más grandes, y parece que olvidamos que el continuo crecimiento de las ciudades supone un aumento de la presión sobre el uso de recursos. Las ciudades no están diseñadas, a priori, bajo un modelo de sostenibilidad, sino que han ido creciendo progresivamente según sus necesidades a partir de sus primeros asentamientos. Algunas ciudades han crecido tanto que parecen que han perdido su humanidad, convirtiéndose en grandes masas de hormigón. Como decía hace una semana mi admirado compañero Federico García Barba, "el urbanismo es algo más que un conjunto de normas", y particularmente en Canarias, donde estamos tan escasos de terreno, "no se reflexiona sobre lo que se quiere hacer realmente con el territorio insular más allá de una vaga protección de los espacios naturales, en un extremo; y en el contrario, de facilitar la implantación indiscriminada de actividades económicas en cualquier lugar". Para que una ciudad sea realmente sostenible es necesaria la reflexión y concienciación de todos los ciudadanos.

Parece, por tanto, que tiene sentido que la ONU haya decidido incluir en la Agenda 2030 la sostenibilidad de las ciudades. Así, según el ODS-11, tenemos que "lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles". Suena muy bien, ¿no? Poder asegurar el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles y mejorar los barrios marginales o aumentar la urbanización inclusiva y sostenible y la capacidad para una planificación y gestión participativas... Tenemos la suerte de vivir en una Comunidad donde todas las instituciones públicas parecen preocuparse por este problema, y podemos encontrar un sinfín de iniciativas promovidas por los Cabildos y Ayuntamientos, por el Gobierno regional..., con el único objetivo de hacer nuestras ciudades más sostenibles, en consonancia con lo expuesto en la Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles, en la que se subrayaba la necesidad de prestar especial atención a los barrios menos favorecidos dentro del contexto global de las ciudades, impulsando actuaciones integradas que conjuguen la mejora del medio ambiente físico, con el impulso a la economía y el empleo, la cohesión e inserción social y el fomento de un transporte urbano eficiente y asequible.

Pues bien. Debes saber que todo lo dicho hasta ahora no sirve de nada, absolutamente de nada si sigues sin modificar tus hábitos de conducta. Vale, yo también los tengo que cambiar... Pero el punto más importante de esta reflexión es que de nada sirve tener una "ciudad sostenible" si no tenemos "ciudadanos sostenibles" que vivan en ellas. No basta con las propuestas (muchas veces populistas) de las Administraciones públicas para justificar un "desarrollo sostenible" de nuestras ciudades. Son necesarios los acuerdos de participación ciudadana que involucren a toda la sociedad, vecinos, las empresas, las organizaciones de todo tipo y, sobre todo, el ámbito educativo. Nos falta educación sostenible e inclusiva, cada vez más temprana. Aunque he de decir que aquí también se están dando grandes pasos.

Para poder hablar de ciudades sostenibles, tenemos que poder predicar la sostenibilidad también de sus ciudadanos, a través de personas preocupadas por el consumo ético, sostenible y social; a través de personas preocupadas por la inclusión social, por la reducción de la pobreza y por garantizar unas condiciones laborales dignas. Porque la sostenibilidad es mucho más que preocuparse por el medio ambiente. La sostenibilidad implica una mirada al futuro. Debemos proyectar en el tiempo la ciudad que queremos tener, pero teniendo en cuenta que las generaciones futuras deben tomar sus propias decisiones, usando los recursos que necesiten para ello. Como en tantas otras cosas, nuestras decisiones no pueden hipotecar el futuro de los que están por venir. Cuando creamos en todo esto podremos construir nuestra "ciudad sostenible".

*Profesor de Ética de la Universidad Europea de Canarias