En la época de máximo esplendor de Zapatero, su propia insuficiencia contagió a la sociedad. Nuestro estadista profirió la frase seguramente más estúpida que ningún presidente de Gobierno en el mundo haya dicho nunca: que España (su país) era un concepto discutible y discutido. De haber poseído algún nivel intelectual, este político profesional habría tenido que decir que era la nación en todo caso, lo discutido y discutible. Con lo que auguraba un futuro aciago para el PSOE.

Zapatero avaló, con un discurso ignaro y melifluo, de suicida inconsciencia, a los nacionalismos separatistas con la izquierda de aliada: su propio partido -que carecía totalmente de modelo económico, sólo bienvenidos entretenimientos frente a la economía global-, y la legitimidad del separatismo. La estulticia e irracionalidad se dispararon. A los nacionalismos vasco y catalán se contraponía el nacionalismo español. En un juego abstracto de simetrías menos perfectas que idiotas: el "pues tú más", se ocultaban datos objetivos, realidades ciertas. Si separatistas e izquierda hubieran sido un poco leídos y solventes sabrían que en ninguna página de los teóricos del nacionalismo: Hobsbawm, Anderson, Kendouri, A. D. Schmith, Giddens, Gellner... aparece ni una sola vez el nacionalismo español, y sí el catalán y vasco. ¡Qué casualidad! El "nacionalismo español" consentía el despojo (y violación de leyes y sentencias) de los atributos definitorios de él: idioma, bandera, himno, poder, medios de comunicación y culturales, aplicación de leyes, que desaparecieron de los "territorios liberados", mientras los nacionalismos separatistas se apropiaban y monopolizaban todo ello con la máxima coacción institucional. Lo que para unos eran ganancia neta, apropiación monopolista, para los otros eran pérdidas, despojos, expulsión. Estos datos eran empíricos, a la vista, e indiscutibles. Pero el magma nacionalista -progresista calcinador de realidad y razón- seguía amalgamando y contraponiendo fenómenos dispares y heterogéneos. En su suma de ignorancias, figura la de otra diferencia teórica elemental que es el del nacionalismo cívico (EE UU Reino Unido, Francia) frente al nacionalismo étnico (Alemania, Italia, Japón, catalanes, vascos...). Si tampoco conocían esta distinción básica, menos podían entender que los opositores más beligerantes con los nacionalismos étnicos: ¡Basta Ya! y UPyD, se declaraban ajenos a cualquier esencia étnica española. Sino que, siguiendo a Habermas y su patriotismo constitucional, sostenían que eran españoles en tanto la Constitución era garante de sus derechos de ciudadanía. Bueno, pues ni por esas, el búnker nacionalista-progresista no estaba por la razón y el conocimiento. La izquierda de mi juventud fue, comparativamente, leída e ilustrada, por ello, entusiasta del debate sobre bases cognitivas y argumentales.