Si en una balsa a la deriva, con veinte náufragos, queda poca agua, lo normal es que se racione. Pero si al hacer el reparto se decide que los supervivientes que están en peor estado -los enfermos o los niños- deben recibir una ración menor que los otros, lo normal es que uno piense que los que toman esa decisión son unos hijos de mala madre.

Las normas que contemplan en España el cumplimiento del techo de gasto son esencialmente lo anterior. Vinculan el gasto público a la evolución media del Producto Interior Bruto. Aquellos territorios donde más crezca la economía y más aumente el PIB pueden incrementar sus presupuestos en mayor medida que otras en donde el crecimiento de la riqueza sea menor. O sea, el mundo al revés. Si la economía va bien y funciona puedes gastar más. Si por el contrario estás jeringado, se limita más el gasto público para terminar de chingar la borrega.

El oportunismo político que tan bien funciona en Canarias convierte en material pirotécnico las dificultades por las que atraviesa esta Comunidad. Las Islas llevan ya demasiados años siendo financiadas por debajo de sus necesidades reales en un Estado fallido que no garantiza a sus ciudadanos los mismos servicios y derechos con independencia del lugar en el que residan. Pero los últimos tiempos han batido todos los récords. El Gobierno central ha desmontado la mayor parte de las transferencias de recursos a Canarias, que ha recibido cada año unos 800 millones menos de lo que le correspondería. Y de postre se han vaciado de recursos los convenios específicos de carreteras, de infraestructuras turísticas y de empleo.

En cualquier otro lugar, los ciudadanos estarían indignados y sus representantes políticos, de cualquier sesgo, estarían poniendo el grito en el cielo. Porque esta no es una Comunidad al uso, sino que es un territorio archipielágico, donde prestar los servicios cuesta más, donde todo se complica con sobrecostes, dificultades de transporte y lejanía. Pero no. Nos aprietan el cuello y nos ahogamos en nuestras propias miserias intestinas.

El actual debate que existe sobre el gasto en Sanidad es un buen ejemplo. La Consejería de Morera se ha salido del tiesto. Las previsiones sitúan el gasto del año en personal 87 millones por encima de lo presupuestado y 77 millones en el caso de gastos en bienes y servicios. Las luces de alarma se han encendido en el cuadro de mando de Hacienda y han tocado a rebato para empezar a frenar la deriva. Un buen gestor público tiene que cumplir con los presupuestos. Y además, las listas de espera siguen creciendo a pesar del aumento del gasto. Pero no deberíamos olvidar que la verdadera causa de este desastre es que la Sanidad canaria es una de las peores financiadas del Estado.

Los ciudadanos canarios soportan cada vez más recursos públicos sobre las costillas de su propio esfuerzo fiscal. Es una inquietante deriva que nos emancipa del Estado, pero sólo para recibir menos y menos financiación. Y para Madrid tiene el favorable efecto secundario de que cuanto más nos asfixia, mayores son las peleas internas y la división de las Islas. Miel sobre hojuelas.