La noche del 1 de octubre de 1847, María Mitchell observaba los alrededores de la estrella polar. En medio de tantas y tantas noches de mirar y mirar, aquella fue la noche en la que descubrió un cometa. María Mitchell tenía veintinueve años y su caso resulta una rareza para la época, no por ser astrónoma, sino por ser reconocida. Su historia la encontré a raíz de un libro del que -de momento- solo he leído una reseña en la web de Mujeres con ciencia, que te pone en la pista de su vida. El movimiento de las estrellas se titula, de Amy Brill, inspirado en la vida y obra de la científica.

María era la tercera de diez hermanos y en las referencias biográficas que he leído, se hace hincapié en el hecho de que sus padres educaron a sus hijos con "valores diferentes a los convencionales". De manera que la niña tuvo la suerte de tener acceso a las mismas cosas que sus hermanos varones, esto es, a la astronomía y la navegación que apasionaban a su padre. Se ve que María no desperdició la oportunidad. Siendo una cría, con doce años, se convirtió en ayudante del padre astrónomo e hizo cosas como cronometrar un eclipse anular de sol. A los diecisiete creó ella misma una escuela en la que daba clases de ciencias y matemáticas. Y un año más tarde empezó a trabajar como bibliotecaria.

Aquella noche de mediados del siglo XIX, María Mitchell observaba utilizando el telescopio de dos pulgadas que era de su padre. Los textos que leo cuentan con cierta emoción que corrió a contárselo y que fue el progenitor el que anunció el hallazgo de su hija. Por aquel entonces, el rey de Dinamarca ofrecía una medalla de oro al primer descubridor de un cometa. Al parecer, también en su observación, un astrónomo francés dio con el mismo cometa unos días más tarde, sin embargo lo comunicó antes. No he encontrado los detalles de cómo se dirimió el asunto, pero, finalmente, aquella medalla se la colgó la astrónoma. Ella fue la primera persona en América en descubrir un cometa utilizando un telescopio y la tercera mujer en descubrir un cometa. El cometa lleva su apellido. El observatorio de su ciudad natal lleva su nombre. Su casa familiar es hoy un museo de historia natural. María Mitchell pudo disfrutar el reconocimiento que tanto se le ha resistido a las mujeres.

En la web de la que te hablo tienen publicados unos vídeos en los que nos cuentan cuál es la contribución de las mujeres españolas que son pioneras en el campo de la astronomía. La serie se llama Mujeres en las estrellas. Ahí aparecen las nuevas generaciones de astrónomas abriéndose paso en una profesión en la que hasta hace muy poco los nombres que sobresalían eran masculinos. Ahí se explica que "hasta los años sesenta las mujeres tenían prohibida la entrada a un telescopio". O se habla de "mujeres que trabajaron en la sombra apoyando a sus compañeros".

Uno de esos vídeos lo protagonizan cuatro astrónomas del Instituto Astrofísico de Canarias. Antonia Varela, Mercedes Prieto, María Jesús Arévalo y Begoña García explican cómo funcionan esos telescopios de ojos gigantes con los que trabajan en el Roque de Los Muchachos, en La Palma y en El Teide, en Tenerife. Cómo es su trabajo con esas máquinas del tiempo y cómo es eso de descubrir los enigmas de las galaxias. Cómo pasan noches enteras escudriñando los transparentes, serenos y hermosos cielos canarios "observando objetos que no pueden verse en otras partes del planeta". Cómo desarrollan ciencia, en fin, en uno de los institutos astrofísicos más productivos del mundo poniendo su talento en las estrellas.

@rociocelisr cuentasconmipalabra.com