Es una palabra que utilizamos mucho en nuestra tierra para destacar un fuera de serie, y en este caso es para describir a una gran mujer que falleció el miércoles por la noche en Madrid a los 74 años. Carmen Rubio o, mejor dicho, Carmen Quintana Ruiz, era la esposa de nuestro querido maestro y director artístico del Festival de Zarzuela, Jorge Rubio. Sinceramente, es muy difícil rellenar la página de hoy, pues fue una gran amiga e incondicional compañera de trabajo durante muchos años. Jefa de Producción del Festival, les aseguro que sin su concurso, tesón y trabajo el evento de Tenerife estaría hace años finiquitado.

Solo pocas personas saben lo duro y complicado que es sacar adelante cada año una actividad de esta categoría, y las trabas burocráticas y piedras en el camino que se encuentran. Ella, con entrega, lucha y muchos conocimientos del trabajo, jamás se amilanaba y su tenacidad convertía un no en un sí. Durante muchos años su labor consistió en asegurarse la entrada y salida de cada contenedor, que el personal cumpliera los plazos y horarios, buscar figuración o utilería, que las partituras llegaran a tiempo, que el coro llevara los pañuelos bien colocados... Infinidad de detalles que el público desconoce y que la hacían no salir del cuadrilátero que formaba el hotel, el teatro o La Hierbita, donde paraba a comer unos calamares a la romana con una cerveza. Su único vicio, el terrible tabaco, que ha sido la principal causa de su marcha. Muchas virtudes que la gente desconocía, fuerte personalidad, categoría humana y fe. Una persona creyente pero no practicante, quizás por esa vida de sacrificio y entrega. Adepta de fray Leopoldo de Arpendáriz (de un pueblecito de Granada), que vivió y murió dedicando su vida a los pobres. Ella me hizo incondicional de este santo, y desde hace años llevo su imagen en mi pastillero.

Dedicó su vida a la música, la ópera y la zarzuela. Me la presentó Juan Cambreleng hace unos 35 años, cuando él era director del Festival de Ópera de Las Palmas, y donde Jorge dirigía la Orquesta del Festival en el Pérez Galdós. Enseguida simpatizamos, y eso que apabullaba cuando hablaba. Guapetona, con pelo rubio, no se arreglaba mucho pero destacaba, siempre estaba pendiente de su marido. Muy constante, sin dejar nada pendiente o para más tarde, pues su trabajo era primordial. Si algo se atravesaba, removía cielo y tierra y lo sacaba adelante. Una mujer decidida y alma máter de su casa y cuidadora de su madre hasta sus últimos instantes. Con los años, el matrimonio pasó a ser familia.

Siempre estaba pendiente de cualquier acontecimiento que sucediera en la isla. Un temporal era motivo inmediato para interesarse por nosotros. Apasionada de nuestro habla, que a veces la confundía. Se le quedó grabado lo de: "Anda, mándate a mudar" que le solté a alguien muy cansino una vez, "fisquito", o lo de: "No podemos pasar porque están empichando la carretera".

Carismática y honesta, también fue representante de cantantes. En el Festival de Zarzuela abarcaba todos los frentes. Volvía loca a las agencias de viaje para conseguir el billete más barato, hacía kilómetros en busca de la mesa perfecta para la escena, se trasladaba a la agencia de transportes en busca de las partituras..., cualquier cosa necesaria la conseguía, un carromato, plantas, hasta un burro trajo a una representación. Carmen era mucha Carmen. La llamaba mi rubia preferida, no la otra morena de Merimé.

En bambalinas ayudaba a los cantantes, le sujetaba la utilería a los actores, no dejaba salir a nadie sin la supervisión del director, si el público se adormilaba, ella aplaudía desde un palco para levantar el ánimo. Una auténtica coloso que jamás tuvo reconocimiento, siempre en el anonimato, en la trastienda, siendo la piedra angular de la representación. Ha sido fundamental para la supervivencia de este Festival de Zarzuela, y de corazón, nunca la olvidaremos.

Han pasado los días y sigue siendo difícil hablar con Jorge. Apenas hemos podido articular palabras, y sus silencios lo dicen todo. Su vida será ahora distinta, otra. El golpe es duro y tiene que intentar sobrevivir. Dios la tendrá donde merece, pero nosotros seguiremos tristes y apenados mucho tiempo. Era nuestra Carmen.

aguayotenerife@gmail.com