Las primeras conversaciones de Pedro Sánchez le han llevado a la conclusión de que el mundo es redondo, que cuando llueve la calle se moja y que tiene muy difícil formar gobierno, con lo que lo más probable es que haya elecciones en diciembre. Es lo bueno que tiene ese hombre, que se pone a discurrir y le salen las certezas a borbotones.

Ya hemos tenido dos intentos de investidura imposible que sólo han servido para que los trescientos cincuenta diputados electos hayan hecho el paripé de que se están ganando algo de los casi cuatrocientos millones que nos ha costado hasta ahora el pandemónium electoral y político en el que estamos metidos. Hemos escuchado los mismos discursos. Hemos oído a unos y a otros echándose las culpas de todo. Hemos leído los mismos programas electorales y las mismas declaraciones apelando a la responsabilidad. Cháchara. Y viene más.

Vamos de cabeza a unas elecciones en diciembre. Y quienes esperan que las elecciones en el País Vasco cambien algo ponen esperanzas en el viento. No hay ningún partido catalán de derechas o de izquierdas que firme un pacto donde no esté el derecho a la autodeterminación. Después de las elecciones vascas, el PNV necesitará apoyos para gobernar y la "intelligenza" del PP espera que se los pidan a ellos. ¿Es el mismo equipo que propuso el nombre de Soria? Los nacionalistas vascos también pueden gobernar en solitario con el apoyo independentista, a la catalana, visto está que las urnas funcionan mejor que la pólvora. Eso también es posible.

Si la estupidez fuese un virus, España estaría en cuarentena. Esto no tiene más arreglo que jubilar a los actuales líderes de los grandes partidos, para acabar con el fulanismo que les impide entenderse, o seguir convocando elecciones, como el que tira la bola en la ruleta, a ver si alguna vez hay suerte y alguien consigue mayoría absoluta: la única manera de la que se puede gobernar España, por lo que se ve.

A pesar de sus penurias mentales, allá arriba ya han entendido que las próximas elecciones no pueden ser el 25 de diciembre, salvo que movilicen el ejército para llevar a los colegios electorales a punta de bayoneta a los presidentes, secretarios y vocales. Esfumada ya tamaña estupidez de la reducida área funcional del cerebro de los equipos políticos, parece que la cita se hará para el domingo anterior, día 18, en la ruleta un número rojo, par y falta. A Sánchez, precisamente porque le falta, le hace feliz que sea rojo.

Los incansables encuestadores patrios, que se la pegaron a lo grande con declaración de siniestro total en las pasadas elecciones, han vuelto a anunciar sus predicciones para diciembre. Una ligera subida del PP y un discreto descenso del PSOE. Como ya les hacemos un caso relativo, el anuncio de resultados se ha tomado con la misma confianza que Alejandro aceptaba la lectura del hígado de un ave antes de la batalla. El cabreo de la gente va a reventar por alguna costura. Tanto va el cántaro a la urna que un día la democracia terminará agrietada.