La presentación de una moción de censura contra el alcalde del PSOE en el municipio de Granadilla se encaminó ayer sábado hacia su solución. El presidente del Gobierno y líder de CC en Tenerife, Fernando Clavijo, hizo lo posible y lo imposible para reconducir una situación que ponía en riesgo la estabilidad del pacto en Canarias. En una ejecutiva política nacional tensa, algunos recordaron la deslealtad de la moción de censura presentada por el PSOE contra CC en la pasada legislatura en el Cabildo de La Palma, una moción a la que siguió una expulsión "estética" de los consejeros socialistas que posteriormente fueron otra vez readmitidos para concurrir a las elecciones y ganarlas.

Con la historia de deslealtades, añagazas y trifulcas que tienen detrás los dos partidos, hay razones de una parte y de otra para justificar una cosa y su contraria. No hay nada más interpretable que la historia según los argumentos de quien la cuente. La verdadera clave no está en otro sitio que en la voluntad política de quienes mandan en Coalición y en si están dispuestos a poner en riesgo la estabilidad del pacto de gobierno que mantienen en Canarias con los socialistas. Y parece que no.

Hay una parte del PSOE que ha estado desde siempre por romper el acuerdo con los nacionalistas. Es un grupo que trabaja activamente por hacerse con el poder de la secretaría general del partido socialista en unas futuras elecciones internas. Cada pequeña grieta o desavenencia en la convivencia regional ha sido magnificada permanentemente en la clave de desgastar a Patricia Hernández, vicepresidenta del Gobierno. El mensaje era claro: Patricia está más interesada en mantener su cargo y el de otros muchos que se colocaron en puestos de la Comunidad Autónoma que en defender al partido. El mensaje se disfrazaba de muchas maneras, pero la conclusión era siempre la misma: la subordinación del PSOE a los dicterios de Fernando Clavijo porque era más importante mantener la cuota de poder (léase empleo) que la integridad del socialismo canario.

Coalición tiene una alternativa para gobernar que no pasa por el PSOE: el apoyo desde fuera del PP y de los independientes de la Agrupación Socialista Gomera. Pero ese escenario siempre se ha barajado como un mecanismo de seguridad ante una eventual colisión irreconducible con los socialistas. Aunque no sea de dominio público, ya se han producido desencuentros importantes entre los dos socios con la entrada en danza de los apoyos del PP. En el Consejo de la Radiotelevisión Canaria, por ejemplo, los de CC estaban bastante hartos de que la representante designada por el PSOE se manifestara permanentemente en contra de las propuestas del director general. Eso produjo que se acordara una alianza con el consejero nombrado a propuesta del PP que es la que hoy funciona.

A pesar de cosas como esa, el pacto ha funcionado con cierta tranquilidad. Pero poco a poco han venido sucediéndose las tensiones. Ha pasado en Obras Públicas, donde la consejera mostró escasa cintura para torear los problemas del desequilibrio de inversiones en carreteras. Pasó en Sanidad, donde el presidente Clavijo se pasó tres pueblos llamando al orden a los gerentes de centros hospitalarios porque el gasto sanitario se le iba al Gobierno de las manos mientras Morera miraba a los celajes. Y ha pasado en la ley del suelo, donde una parte del PSOE se comporta como los concejales nacionalistas de Granadilla, es decir, que van a su bola. Todos estos desencuentros sumados han empezado crear grietas.

La salida del PSOE del Gobierno agudizaría los enfrentamientos internos del PSOE de cara a la toma del poder regional. Y Patricia Hernández tendría que enfrentarse a sus adversarios sin la cobertura (y el apoyo) de las cuotas de poder que ha repartido inteligentemente en la administración canaria. Una lucha interna debilitaría en las islas a los socialistas y precisamente en ese horizonte podría encontrarse la única razón estratégica para que la moción de Granadilla hubiera sido la espoleta de la detonación del pacto.

Pero lo más cómodo por ahora para Coalición es mantener el Gobierno con un socio que -sin necesidad de ayuda externa- tiene graves problemas de fortaleza. Adelantar una crisis antes de saber los resultados del sudoku político en Madrid tiene mucho de aventura. Soy de los que creen que el pacto resistirá. Lo de Granadilla se arreglará y aquí no habrá pasado nada. Hasta la Ley del Suelo. Hasta ver si el PSOE con sus díscolos hace lo mismo que los nacionalistas con los suyos.