Hubo una época en la que los científicos usaban tecnicismos ininteligibles, palabros derivados del latín o anglicismos mejor o peor adaptados a nuestra lengua. Ahora se comienza a usar términos más comunes para expresar complejos conceptos científicos. Resulta que ahora es mucho peor.

Quería explicarles un término del que posiblemente han oído hablar en los últimos años, pero que se ha puesto muy de moda recientemente, a raíz del descubrimiento del planeta Proxima b. Los astrofísicos hablan de que se trata de un "planeta en la zona de habitabilidad" o simplemente de un ¡"planeta habitable"! Por si las connotaciones de esta expresión no fueran suficientemente evocadoras, las notas de prensa se acompañan de fantasiosas imágenes mostrando un idílico paisaje como de puesta de Sol rielando sobre un mar en calma. Inmediatamente se capta la idea: allá arriba, en la estrella más cercana, a tan solo cuatro años-luz de distancia, existe un planeta acogedor y hospitalario, quizás un nuevo hogar en el que poder vivir. El mensaje que se transmite al lector es claro, rotundo, contundente... y posiblemente falso.

Planeta habitable es una definición técnica que considera únicamente el tipo de estrella y la distancia a la que se encuentra el planeta. Es de sentido común que si el planeta está muy cerca de la estrella, hará demasiado calor y la vida no será posible. Si está demasiado lejos, hará demasiado frío y probablemente tampoco sea fácil que allí haya vida. Existe un rango de distancias en el cual la temperatura es tal que, si existe agua sobre la superficie, estará en forma líquida. A menudo me preguntan si quizás en otras partes del Universo la vida no puede darse incluso en ausencia de agua. Mi respuesta es que posiblemente sí, pero es mucho más difícil porque la Física es la misma en todo el Cosmos. Además, puesto que no conocemos ningún otro tipo de vida en ninguna otra parte del Universo, lo normal es empezar por lo más razonable.

Parece lógico, entonces, dar prioridad en la búsqueda a aquellos planetas que se encuentran a ese rango de distancias adecuado donde no hace ni demasiado frío ni demasiado calor. El problema es llamar a ese rango "zona de habitabilidad". Si miramos nuestro propio Sistema Solar, encontramos dos casos muy interesantes. Tanto Venus como Marte, además de la Tierra, se encuentran prácticamente en lo que sería la zona de habitabilidad de nuestro Sol. Venus es un infierno donde llueve ácido sulfúrico y la superficie está tan caliente como para fundir el plomo. Su atmósfera es tremendamente densa y genera un efecto invernadero sofocante. Marte, por el contrario, es un mundo gélido sin apenas atmósfera. Su temperatura ecuatorial es comparable a la de nuestra Antártida. No estamos del todo seguros de que no albergue vida pero si la hubiera tendría que ser en forma microscópica y enterrada bajo la superficie, ya que por encima está azotado por la mortífera radiación solar. De momento, con varios instrumentos en órbita y otros correteando sobre la superficie, no hemos encontrado nada.

¿Por qué, entonces, Venus y Marte son tan inhóspitos para la vida, si están a la distancia correcta del Sol? Simplemente porque sus atmósferas no son adecuadas. Un factor fundamental para entender cómo de habitable es realmente un planeta es el campo magnético. El Sol, al igual que la gran mayoría de las estrellas, tiene un ciclo de actividad producida por su magnetismo interno. Esta actividad da lugar a violentas explosiones, tan energéticas como millones de bombas atómicas detonadas simultáneamente. La Tierra está protegida por su propio campo magnético, que desvía este material solar y nos protege de sus posibles efectos perniciosos. Marte y Venus carecen de este escudo. Y, sin embargo, desde el punto de vista de la definición astrofísica, Marte y Venus serían "planetas habitables".

Así que cuando lean en las noticias que Proxima b es un planeta habitable, piensen que orbita en torno a una estrella mucho más activa y violenta que el Sol, que no tenemos ni idea de si tiene o no campo magnético y que no sabemos nada de su atmósfera. Según un estudio reciente, si este planeta tuviera océanos, en su evolución temprana probablemente habría perdido al espacio el equivalente a un 80% o 90% de toda la masa oceánica de la Tierra. Además, Proxima bcorrota con su estrella, es decir, le muestra siempre la misma cara, como hace la Luna con la Tierra. Esto significa que en una parte del planeta siempre casca el Sol mientras que en la otra es noche eterna. Así que yo de momento no me creería mucho las imágenes bucólicas de jardín del Edén, al menos hasta que podamos estudiar su atmósfera con telescopios superpotentes, como nuestro Gran Telescopio Canarias. Solo entonces podremos empezar a entender realmente si esos mundos que vamos descubriendo a borbotones son realmente habitables y, quién sabe, si alguno de ellos no estará realmente "habitado".

Recreación artística de una fantasiosa y tranquila exploración humana de Titán, satélite de Saturno. Tanto Titán como Saturno están fuera de la zona de habitabilidad del Sol. Imagen cedida por NASA/JPL-Caltech.

Héctor Socas Navarro es un astrofísico icodense dedicado al estudio de nuestra estrella, el Sol. Trabajó durante nueve años en el High Altitude Observatory de Colorado, Estados Unidos, antes de regresar a Tenerife como investigador titular del Instituto de Astrofísica de Canarias. En la actualidad es responsable científico del Telescopio Solar Europeo y director del programa de radio de divulgación científica Coffee Break: Señal y Ruido.