El lunes que precedió a la moción de censura de ayer en Granadilla, Europa, una de las lunas de Júpiter, lanzó al espacio grandes chorros de agua de doscientos kilómetros de altura. Es una actividad observable desde los telescopios terrestres que escrutan la profundidad del espacio, pero que no nos sirven para adentrarnos en el abismo de la política.

Se puede explicar (por hacerse con la Alcaldía) por qué los concejales de Coalición Canaria presentaron ayer una moción para cesar al alcalde cuando podían haber esperado algunos meses para que este dimitiera. Pero resulta más difícil entender que se hayan lanzado en solitario, sin consultar ni a dios ni al diablo y sin ser conscientes de que volaban el pacto en Canarias. Y desafía cualquier tipo de explicación que los aparatos de los dos partidos, ni nacionalistas ni socialistas, hayan sido capaces de encontrar una solución aceptable para las dos partes.

La Fania All Star de los alcaldes socialistas del Sur han pedido a una, como Fuenteovejuna, la salida del Gobierno. La comisión ejecutiva regional del PSOE decidirá hoy si rompe con los nacionalistas. Pero haga lo que haga, el pacto está más muerto que Carracuca. Si deciden retrasar su marcha se tratará solamente de un problema de puesta en escena. En el partido hay gente que quiere hacer las cosas con más sutileza. Que no parezca ante los ciudadanos como una represalia por lo de Granadilla. O sea, que no parezca lo que va a ser. Un esfuerzo realmente inútil.

Formalmente hablando serían los socialistas los que se marchan. Pero si uno mira bien, tienen la huella de un zapato en el trasero. Ahora queda saber si los nacionalistas conjuran sus demonios internos y son capaces de gobernar en solitario o pactan con el PP -cosa que algunos rechazan- y con los independientes de la Agrupación Socialista Gomera de Casimiro Curbelo.

El PSOE, que se ha unido en la reacción ante el agravio de Granadilla, está a su vez desgarrado por las diferencias internas. Los adversarios de Patricia Hernández obtendrían ventaja con su salida forzosa del Gobierno e intentarán debilitarla aún más de cara al futuro congreso. Y a todas estas, nadie puede mirar a la federal Madrid, porque allí están las cosas peor que en Canarias: Pedro Sánchez se enfrenta ya abierta y públicamente a un sector crítico que le considera amortizado tras varias derrotas electorales. Los chorros de vapor surgen de las lunas de Júpiter y de la política regional y nacional, que se ha convertido en una gran carajera.

Ante tanta agitación y tanta melé, el único que se beneficia es el silencioso Rajoy, que cada vez habla más despacio y actúa con más parsimonia. Los escándalos judiciales propios se esfuman en el griterío ajeno. Las elecciones de diciembre se vuelven, a pasos agigantados, una oportunidad para que los españoles voten en clave de "váyanse todos a freír puñetas". La gente, harta de movidas, podría terminar apostando por el tipo tranquilo. El que ha convertido en todo un arte el no hacer nada mientras los demás sólo saben liarla más y más.