En el camino de la santidad siempre aparece un abogado del diablo del mismo modo que en la senda de las acciones más reprobables la indulgencia es un buen compañero de viaje.

Una y otra vez, la realidad de los municipios de toda Canarias ha enviado un clarísimo mensaje a los partidos políticos: no impongan acuerdos únicos para una realidad diversa. Soy muy consciente de los problemas que ha creado la moción de censura presentada por mis compañeros de Coalición Canaria de Granadilla. Ha sido una manifestación más de las muchas crisis municipales o insulares que he visto a lo largo de estos últimos años. Unas resueltas y otras no. Unas a favor de Coalición Canaria y otras en contra.

En muchos sitios y desde junio del pasado año se han mantenido tensiones que los partidos no hemos sabido resolver. No hemos sido ni buenos abogados del diablo ni tampoco suficientemente indulgentes, de modo que pudiéramos ayudar a resolver esas tensiones antes de que estallaran. Pero el pecado original no está en esos sucesos reiterados, sino en la forma en que desde el principio hemos intentado encajar las piezas municipales en un acuerdo que hemos querido global.

La política municipal debe estar muy al margen de los grandes intereses ideológicos de los partidos. Las farolas, las aceras y los servicios de limpieza no son de derechas o de izquierdas. Funcionan bien o funcionan mal. Plantearse la distribución de municipios como unos niños intercambiando cromos en el recreo es una falta de respeto a los vecinos y una injerencia en el funcionamiento de la democracia municipal. ¿Qué tiene que ver que exista un pacto de gobierno regional para que se repita el mismo pacto en un municipio? Son circunstancias distintas, realidades diferentes, personas y problemas que nada tienen que ver. Lo lógico es que en cada corporación, en cada institución democrática, los representantes de los ciudadanos acuerden aquello que entiendan mejor para su gente.

Y lo entiendo así también en el ámbito insular. Cuando en el Cabildo propuse el Pacto por Tenerife algunos interpretaron que deseaba un pacto con el PP en vez de con el PSOE. Ese "sambenito" se ha repetido hasta la saciedad a lo largo de este mandato. El Pacto por Tenerife no fue una maniobra instrumental para acercarnos a ningún partido político, aunque es verdad que escoció a muchos que estaban acostumbrados a maniobrar políticamente. Consistió en hacer realidad aquello en lo que creemos: que existen algunas cuestiones esenciales en las que todos, absolutamente todos los representantes de los habitantes de Tenerife podemos ponernos de acuerdo. Y si existen uno, dos, cinco o diez grandes temas en los que estamos de acuerdo, ¿por qué no trabajar juntos para hacerlos realidad? ¿Por qué no poner el acento en lo que nos une en vez de remarcar de forma enfermiza lo que nos separa?

De alguna manera tendremos que dignificar la política. Porque sin política y sin partidos no existe la democracia. Y un camino para restituir el respeto que se merecen los asuntos públicos es demostrarle a la gente que de verdad nos preocupan sus asuntos. Que precisamente porque nos preocupan es por lo que hacemos las cosas y trabajamos en las instituciones.

Una y otra vez hemos repetido que por Tenerife todo y por encima de Tenerife nada. Pero somos conscientes de que vivimos en sociedad y formamos parte de una realidad superior que es Canarias y España. Ninguna persona es una isla. Y ninguna isla es un mundo aparte del resto. Necesitamos organizarnos, colaborar, competir y trabajar solidariamente para lograr objetivos comunes, que se dirigen a conseguir el bienestar de todos. Por eso nos integramos en partidos políticos con ideologías que proponen llegar a un mismo fin a través de diferentes caminos. Pero eso no justifica que los partidos, las organizaciones en las que militamos, invadan el terreno más íntimo de nuestra libertad y nuestro compromiso con los electores.

Y si todo se rompe creo que sigue siendo válido lo que acordamos en Tenerife, precisamente porque lo hemos acordado entre todos. Y lo estamos intentando cumplir, no merece la pena dar marcha atrás. No volvamos a repetir al romper el mismo error que cometimos al hacer.

Los compañeros de Granadilla han antepuesto su obligación con los vecinos del municipio que les votaron y confiaron en ellos a los intereses de la organización del partido. Tendrán que dar cuenta de ello ante los órganos que correspondan. Sus acciones se evaluarán con abogado del diablo o con comprensión indulgente, si creemos que son dignos de ser beatificados o condenados, depende del ángulo que lo mires. Es normal que Coalición quiera mantener una disciplina que es necesaria en todas las organizaciones jerárquicas. Pero nuestro partido debe entender también que a veces para servir mejor a nuestros ciudadanos, para merecer su confianza, debemos ser ejemplares en defender sus intereses. Y esos intereses los representan en primer lugar aquellos concejales que han sido elegidos directamente por sus vecinos. No se pueden ni se deben imponer decisiones de arriba hacia abajo, en función de las ideas de la dirigencia, sino que esas ideas deben formarse con la aportación de sensibilidades que vengan de abajo hacia arriba, desde las bases y los municipios a la dirección de las organizaciones.

Toda acción en esta vida tiene sus consecuencias. Y a veces para ser leales a nosotros mismos y a nuestra palabra debemos tomar decisiones difíciles y asumir sus costos. Coalición, nuestro partido, tal vez tome medidas disciplinarias contra los concejales de Granadilla que firmaron la moción de censura. Esa es la consecuencia de una acción. La entiendo y la acepto. Pero creo que nuestros compañeros del municipio sureño han sido coherentes con sus vecinos, con sus votantes y con su ayuntamiento. Creo que el precio que deban pagar por ello nunca será demasiado caro.

*Presidente del Cabildo de Tenerife