De dos organizaciones estoy exiliado: del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (RSEAPT). Y ambos exilios duelen.

Hoy me voy a ocupar del PSOE. Han pasado unos días desde que el Partido dejó de ser eso para pasar a la fase de "destrozo". Ahora, el paragüero lañador ha de restañar las fisuras, y eso llevará tiempo si es que ello es posible. Ha sido la traca final de unos fuegos artificiales que venían desarrollándose hace tiempo; que se acentuó con Rodríguez Zapatero en la secretaría general del partido, y que Pedro Sánchez profundizó hasta el fondo del abismo en el mismo cargo: el de dirigir al PSOE. Líder se autocalificaba él mismo, porque se sentía jefe del partido. Pero lider es bastante más que ser jefe; es ser el guía del grupo que encabezas hacia el buen fin, con reconocimiento de aquellos que te conceden aquella cualidad. La autoridad, el liderazgo, se adquiere y no es una condición que se recibe con el simple nombramiento.

Y está lo otro, el fundamento democrático tantas veces proclamado de que en el Comité Federal se discute, se discrepa, pero que cuando se toma un acuerdo por mayoría, todos pasan a su cumplimiento. Y eso, realmente no es tan así. En este último episodio era el propio secretario general quien se desmarcaba de tal comportamiento democrático al manifestar públicamente en una comparecencia ante los medios de comunicación: "Si el Comité Federal mañana decidiera cambiar su posición y pasar a la abstención (a Rajoy), obviamente, yo no podría administrar una decisión que no comparto. Si algo me enseñaron mis padres es que lo único que tengo y lo único que debo preservar es mi palabra y mis convicciones". Y casi se echaba a llorar. Si ese era de verdad su pensamiento, y no lo decía para conmover, no debería estar en un partido político.

Capaz que pretendió emular a Felipe González cuando lanzó al PSOE su órdago de abandonar el marxismo; tembló el partido, pero se hizo con la partida. Felipe González era un estadista al que Pedro Sánchez no le llega al tobillo, partiendo de la planta del pie.

Pedro Sánchez dijo: "Yo no podría administrar una decisión que no comparto". Recuerdo que como delegado en un congreso de UGT en Madrid, me adscribí al tratamiento de una ponencia. Los compañeros me nominaron como portavoz de la ponencia que resultase ante el pleno. Durante el trabajo fueron bastantes desacuerdos por mi parte, pero la mayoría los desestimaba. La ponencia aprobó el texto por mayoría, mis discrepancias fueron tumbadas, no era el resultado de mis convicciones. Pero como portavoz de la misma defendí ante el plenario aquella ponencia y fue aprobada. Era lo democrático, pese a mis convicciones.