Nunca he conocido a una persona fuerte con un pasado fácil.

Prince Ea

Puede que sea muy saludable reflexionar sobre nuestras experiencias negativas, sobre el pasado que no fue agradable, sobre los momentos duros que hemos sobrellevado hasta la fecha. No lo pongo en duda. Pero lo que sí parece todo lo contrario -poco saludable- es quedarnos ahí. Dedicar mucho tiempo a pensar en los tiempos o situaciones dolorosas o complicadas que hemos vivido quizás no sea la mejor idea.

Una mente sobreactivada puede ser agotadora, puede dificultar nuestro sueño e incluso conducirnos a problemas serios como la ansiedad y depresión.

Cuando revivimos una y otra vez un trauma o una experiencia negativa, activamos en nuestra mente y cuerpo una serie de reacciones que nos hacen revivir cómo nos sentíamos en ese momento o época de nuestra vida. Esta activación provoca estrés y presión en nuestro sistema, que responde para contrarrestarlo y para estar preparado. Subida de la tensión, de la tasa cardíaca y adrenalina, mientras nos preparamos ante una respuesta de lucha o huida. Solo que esta vez no está ocurriendo. Es nuestro cerebro que revive momentos difíciles el que consigue provocarlo. Y que experimentemos el malestar de nuevo.

Esto hace complicado superar el trauma y recuperar la salud -física y mental-. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro están siendo testados continuamente por nuestros recuerdos más duros y desagradables. Este continuo "flashback" puede hacer muy complicado nuestro día a día, nuestra vida social, las relaciones familiares o nuestro desempeño laboral.

Incluso cuando no estamos rodeados de personas que estuviesen implicadas o conociesen nuestra experiencia negativa, estas resultan afectadas por ella. No estamos presentes en el momento en que nos encontramos con ellos. Estamos en algún otro lugar o tiempo que no es ahora.

Cambiar esto puede estar en nuestras manos. Para ello debemos considerar una serie de pasos que nos pueden ayudar. En primer lugar, es necesario el reconocimiento del problema. Si somos conscientes que nuestro cuerpo y nuestra mente continúan, una y otra vez, reaccionando a recuerdos negativos o traumatizantes, tenemos recorrido gran parte del camino para cambiarlo.

Si además somos capaces de ir disminuyendo su aparición mediante la utilización de técnicas como el "mindfulness", iremos notando el efecto en nuestras vidas.

Una vez conseguimos observar lo que ocurre desde una posición calmada y balanceada y con la clara intención de solucionarlo, podremos seguir adelante para evitar su aparición o el impacto que tiene en nosotros.

Estos consejos pueden servir en situaciones aisladas, en las que no conseguimos conjurar las emociones que provocan los malos recuerdos o el trauma. Seamos conscientes de que si nos cuesta más de lo que pensamos o simplemente preferimos que nos guíen para saber cómo, deberemos acudir a consulta psicológica.

Hacernos los fuertes o utilizar la estrategia del avestruz no funciona nunca. Es más, puede llegar a provocar que se consolide nuestra ansiedad o desánimo, convirtiéndose en un trastorno depresivo que exigirá tratamiento profesional.

Por mucho que leamos que no debemos "vivir en el pasado", esto es algo que implica entrenamiento. No es algo que se pueda conseguir solo proponiéndoselo. Corremos el peligro de simplemente taparlo y que que aparezca en otro momento que no esperamos.

Las terapias de tercera generación basadas en "mindfulness" están consiguiendo magníficos resultados en el manejo del trauma moderado y grave. Al estar centradas en la experiencia y reconocimiento, sin juicio, de lo que experimenta la persona, aseguran un abordaje personalizado y consciente de lo que puede estar lastrando nuestras vidas.