¿Es la corrupción algo connatural al ser humano? La tolerancia que mostramos día a día parece corroborarlo. Sólo en la España democrática se dice que se han "evaporado" 7.500 millones de euros. La cifra anual en los países en vías de desarrollo supera los 1.250 millones de dólares. Dinero que se reparten los "poderosos", los políticos corruptos y la maraña de intermediarios que se permite operen a sus anchas sin saber muy el bien el motivo de porqué están ahí. Pero parece que nos hemos acostumbrado a eso. Asumimos que en la política hay corrupción. Ya no nos escandalizamos cuando aparece una nueva trama en los medios de comunicación. De hecho, hasta los partidos políticos le restan importancia sabedores de que no serán castigados en las urnas. ¿Alguien conoce a algún partido político que no haya caído en la tentación?

El ODS16 busca construir un futuro mejor basándose en instituciones responsables y eficaces a todos los niveles, para desde ellas promover sociedad pacíficas e inclusivas donde todos los ciudadanos del mundo tengan acceso a la justicia. Este complejo objetivo, conformado realmente por varios, se basa en la idea del estado de derecho como pilar del desarrollo sostenible. Pero esto no será posible mientras las instituciones que gobiernan nuestro devenir no funcionen de forma eficaz, responsable y transparente.

Hoy en día pensamos que el llamado "compliance" por sí solo es la solución a todos estos problemas de transparencia. Y lo peor es que hay profesionales, juristas, empresarios y políticos que están convencidos de ello. Como dice mi compañero del IESE, mi admirado Antonio Argandoña, "la ética no se puede convertir en un listado de cosas que hay que hacer, con la mentalidad de "poner crucecitas" en un cuestionario". A fin de cuentas, "cumplir con la ley" no es más que el requisito sin el cual no deberíamos poder operar en el mercado. Pero el compromiso ético de construir un mundo sostenible debe integrarse en el ADN de todas las instituciones, empresas y ciudadanos, "no porque lo mande la ley o porque el regulador pueda imponer una sanción, ni siquiera porque lo diga el código ético interno, sino porque eso es lo que hemos de hacer".

Dentro de este complejo ODS16 se busca reducir de manera significativa las corrientes financieras y de armas ilícitas, fortalecer la recuperación y devolución de bienes robados y luchar contra todas las formas de delincuencia organizada. Para ello, la implicación de los estados y las empresas multinacionales debe ser total. Son estas grandes corporaciones -tanto de Derecho Público como Privado- las que más pueden influir en el tráfico de influencias a nivel internacional. Por ello, la gobernanza corporativa se convierte en una pieza clave, en tanto que servirá de nexo organizativo entre las políticas empresariales y la reputación organizacional.

La consecuencia de todo esto debería ser el final de las guerras sin sentido que están asolando el planeta en la actualidad. Guerras que nacen en gran medida de la ambición de unos pocos, embriagados de poder, que buscan únicamente perpetuarse en una posición que no les pertenece, creyéndose por encima del bien y del mal. ¿Cuántas personas están muriendo diariamente a causa de estas guerras? ¿Cuántas personas han tenido que huir de sus hogares con la lejana esperanza de morir en una guerra en la que no han pedido participar?

El mundo está pidiendo ayuda, y los que estamos en disposición de brindársela le damos la espalda. La vida humana parece que ha ido perdiendo valor. La solidaridad ha dado paso al temor, al odio y a la incomprensión. Mientras no nos pongamos en la piel del que lo necesita, no seremos capaces de reflexionar sobre los problemas que asolan al mundo. ¿Es realmente posible vivir en un mundo en Paz? ¿Alguno de ustedes recuerda un solo día de su vida en el que no haya leído alguna noticia vinculada con alguna guerra? Creo que resulta más que llamativo que seamos capaces de describir y definir la guerra.... Pero no la paz. De hecho, ésta se define como la ausencia de guerra o lucha armada.

Como decía Gloria Fuertes, "si todos los políticos se hicieran pacifistas vendría la paz. Que no vuelva a haber otra guerra, pero si la hubiera, que todos los soldados se declaren en huelga. La libertad no es tener un buen amo, sino no tener ninguno". De nosotros depende encontrar aquello por lo que valga la pena luchar.

*Profesor de Ética de la Universidad Europea de Canarias