No lo llames presente cuando quieres decir pasado. Decía el ensayista británico Hugh Auden que "miles de personas han sobrevivido sin amor, sin embargo, ninguna ha logrado vivir sin agua". Parafraseando y viciando la cita del célebre poeta de York, vivo en una ciudad a la que le ha faltado amor y le ha sobrado agua, convirtiéndose en el chivo expiatorio perfecto de un pueblo cansado de promesas sin fondo.

Quizá hubiera sido mejor seguir perteneciendo a La Orotava, pero fue en el siglo XVII cuando Puerto de la Cruz decidió divorciarse de la Villa para emprender una aventura que hoy intenta vivir encarando el futuro con optimismo, aunque con carencia de hechos que diseñen una ilusión al alcance de todos. Sin invocar las reclamaciones de aquel lejano diciembre de 1506 cuando en los Acuerdos del Cabildo se recogía la necesidad de construir un muelle en el puerto de La Orotava, el anhelo de un importante sector de la población se ha visto frustrado como consecuencia de las luchas partidistas que ofrecían proyectos fastuosos materializados en migajas en los presupuestos regionales e insulares. Ahora queda el viejo muelle, que a manera de balcón hacia el Atlántico es testigo de la luchan en silencio de los que aún hoy dedican su vida a una actividad olvidada por las administraciones y castigada por la crisis.

Lejos queda el glorioso pasado del gigante del turismo, también los tiempos pretéritos donde Humboldt quedó maravillado con los encantos del Valle y Tomás de Iriarte hacía las delicias de los amantes de las buenas letras, recordando que en Puerto de la Cruz los hombres adelantados a su tiempo no eran producto de la casualidad. Por eso, ante la falta de proyectos viables y realistas, el Puerto entra en el diálogo político como el sujeto futuro al que le quieren diseñar un presente que no llega.

Hoy no toca enfrentar partidos, toca compensar el esfuerzo de años; toca pedir respuestas a planes que se olvidan al mismo tiempo que aumenta la resignación de sus ciudadanos. En la ciudad que vio nacer el turismo, los Beatles pasearon y disfrutaron de unas instalaciones únicas que regaló César Manrique, una joya que sigue siendo deficitaria por una gestión que viene de atrás, de la época donde PSOE y CC no supieron rentabilizar un Lago Martiánez con más de 500.000 euros de pérdidas anuales.

Si Agatha Christie volviera a disfrutar como en 1927 de los paseos por el Parque Taoro, la Iglesia Anglicana y La Paz se encontraría hoy un edificio inerte, descuidado y considerado la mejor esquina para la micción de los perros de pedigrí. Qué pensaría Álvarez Rixo de su gran pueblo, cuna de grandes pensadores que jubiló su cine y su auditorio por establecimientos de comida rápida con carteles de Pepsi en fachadas del siglo XVIII; qué pensaría de un Plan Especial de Protección del Casco Histórico que lleva cerca de 10 años en los cajones del ayuntamiento. El cuento es el mismo, y los partidos, los gobernantes y sus colores han encontrado un problema a cada solución, dejando solo a un diamante que fue y lucha por ser.

@LuisfeblesC