Igualdad. De las elecciones presidenciales de los Estados Unidos me sorprende el escaso castigo recibido por la misoginia del candidato vencedor. Su aversión y falta de respeto hacia las mujeres no fue suficiente ni para que su propio partido de conservadores republicanos le apartara de la candidatura ni para que los votantes lo castigaran en las urnas. Nos enfrentamos en occidente a un neomachismo de imprevisibles consecuencias, ya sea por complejo de inferioridad o el presumible contagio de la cultura musulmana (Zurita, no te pases). En España se critica los modelitos de las nuevas ministras y ni se menciona las pintas de sus homónimos masculinos; acoso adolescente, violencia doméstica, techo laboral: el camino hacia la igualdad con tantos obstáculos en pleno siglo XXI es muy inquietante. Permitir tales conductas es de género idiota.

Machismo. Venimos de una sociedad machista, absurda y ridícula. Hombres machistas por comodidad y mujeres machistas por idéntico motivo. No existe conciliación entre la vida laboral y familiar ni horarios escolares racionales ni roles compartidos. La política obvia las cuestiones fundamentales de la vida cotidiana y así nos va. Tanto empeño en controlar la economía y tan poco en facilitar nuestro tránsito por este mundo cruel. Ni la casta ni la nueva casta consideran siquiera adaptar los horarios, socializar el coste de la maternidad, equiparar los derechos de ambos progenitores, en definitiva, considerar la importancia de la demografía, de la calidad de vida y de la igualdad, no como eslogan sino como objetivo a perseguir y a alcanzar. Inadmisible identificar el estado del bienestar con la renta per cápita, la capacidad de consumo o cualquier otro indicador económico; inquietante retroceso.

Populismo. Comparar los movimientos nacionalistas europeos con el show de Trump denota desesperado oportunismo. Nada que ver el Frente Nacional de Marie Le Pen, por ejemplo, con las promesas electorales de un solo individuo. Trump candidato y nuevo líder mundial, nadie sabe cómo, pero ni encabeza una nueva corriente ideológica ni pretende la refundación de la democracia. Dijo lo que la gente quería oír, ahora como nuevo presidente pretenderá hacer lo que dicte su olfato de empresario de éxito y hará lo que le deje el Partido Republicano que controla Congreso y Senado. Él y su verborrea de campaña, nada nuevo, por cierto, -ya sabemos que los políticos mienten-, pero imposible calificar como populista el pretendido regreso a los rancios valores de la América profunda. Peligro tenemos aquí con Podemos y su legión de intelectuales neocomunistas que lideran un partido con muchos seguidores que promete sopa boba universal y demoler el sistema para implantar no sabemos qué. Estemos tranquilos, Trump no hará nada que perjudique a sus empresas, ¿que reniega de la globalización? Pues bienvenido al club, nosotros en la UE, y en Canarias en particular, llevamos décadas poniendo trabas.

Teatro. Las declaraciones de Hernando, el del PSOE, en las que anuncia la negativa a los Presupuestos Generales del Estado, sean como sean, refuerzan la profecía de este oráculo. Teatro, la investidura de Rajoy, para alejar las nuevas elecciones de las fechas navideñas y dar tiempo a los socialistas a pasar la resaca.

Demolición. Y si en vez de mamotreto lo llamamos "aparcamiento subterráneo para dar servicio a la playa y al pueblo de San Andrés construido con dinero público". Procede destapar la manipulación mediática para tirar por el sumidero esos 15 millones. Qué vergüenza. Y una pena que el hormigón no admita ser reciclado para el nuevo edificio que se construirá en ese mismo sitio para ese mismo fin por imperativo del Plan General, norma de obligado cumplimiento. La justicia injusta que paga usted.

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