Existe un considerable enredo técnico, que atañe a las competencias en carreteras, achacable a determinadas exposiciones originarias, desde distintas administraciones, con mensajes que contribuyen a enmarañar responsabilidades que, día tras día, complican, aún más, el destartalado panorama de las obras públicas en casi toda Canarias. Depende de la isla donde se realicen los proyectos surge la efectividad en unos casos o la incertidumbre perpetua en otros.

Desde el Palacio Insular tinerfeño, los políticos vienen dedicándose (no pueden verterse todas las culpas a los actuales), a propalar las consecuencias beneficiosas que supondrán para la Isla la terminación del archiconocido Anillo Insular, obra que de haberse llevado a cabo en Gran Canaria estaría concluida hace bastantes años. Sin ir más lejos, la pasada semana se abrió al tráfico allí la IV Fase de Circunvalación de Las Palmas de Gran Canaria. La consejera regional Ornella Chacón recordó que todavía faltan ¡dos kilómetros! para completar esta obra que permitirá a los municipios de Gáldar, Guía y Agaete comunicarse en condiciones altamente mejoradas con el sur. Este tramo, ¡atención!, se encuentra enmarcado en el Convenio de "prefinanciación entre la Comunidad Autónoma de Canarias y el Cabildo de Gran Canaria".

Mientras tanto, aquí todos están de acuerdo en que la obra del Anillo es "fundamental", pero no se finaliza, aunque ha habido acercamientos recientes. Pero no se trata solo del túnel entre Erjos y Santiago del Teide. Se soslaya, ignoramos con qué intenciones, el impacto medioambiental en el trayecto comprendido entre Los Realejos e Icod. Constituye el recorrido más importante y difícil de esta supervía. Para complicar todavía más las cosas, desde el Cabildo tinerfeño vienen reclamando al Gobierno de Canarias las competencias en carreteras "de interés regional" para la realización de estudios, proyectos, licitación, contratación y dirección del Plan de Carreteras. Y es aquí cuando comienzan las discordancias entre las distintas administraciones. En la página oficial del Gobierno de Canarias se especifica, de manera clara, las competencias en infraestructuras viarias donde se evidencia el choque con las propuestas cabildistas tinerfeñas, peticiones de las que no se han hecho eco en el resto del Archipiélago ya que disfrutan de unas obras que, aunque no abarquen en su totalidad a cada isla (siempre quedan caminos abandonados o multitud de chapuzas), se han negociado por diferentes vericuetos soluciones entre Gobierno y cabildos, circunstancia que aquí ha pasado de largo por la inepcia de anteriores políticos más preocupados en organizar conferencias inoperantes para tres o cuatro amigos pijos.

Recordemos, someramente, que las funciones que corresponden al Ejecutivo canario en carreteras pasan por elaborar el Plan de Canarias y sus revisiones; preparación de las normas técnicas en materia de planificación, proyecto, construcción, conservación y explotación de toda clase de carreteras; proyectar y dirigir las obras; ejecutar las actuaciones necesarias en los tramos de una red arterial, a falta de acuerdo entre las Administraciones interesadas; cesión de carreteras autonómicas cuando éstas adquieran la condición de vías urbanas... Se producen en adelante las colisiones de las dos competencias y emergen los ilustres ineptos encargados de las actuaciones en la red arterial y ¡del mantenimiento! (el gran fallo) de esas chapuzas que surgen en ¡los mismos sitios! cada vez que caen cuatro gotas. Por si fuera poco, los tinerfeños contamos con un aeropuerto donde llueve más dentro que fuera. Los turistas que llegaron a la Isla la pasada semana, nada más bajarse del avión, se encontraron con un chaparrón interior mitigado por un mar de cubos con los que se trataba de recoger el agua que caía del techo sin ningún tipo de miramientos. Una vergüenza para todos, menos para el delegado del Gobierno.

¿Dónde descansan, pues, las competencias y los incompetentes? Únicamente falta que se sume la administración municipal para que quede bien claro el disparate del Estado de las Autonomías, donde las duplicidades, en cualquier ámbito, son noticia cada día y los espectáculos personales se incrementan sin remedio, mientras la fragilidad de la obra pública produce irritación y pena. Y más cuando Rajoy recorta.