La elección sorprendente y ruidosa de Donald Trump agita los círculos populistas, con los que se le vincula por sus palabras y maneras, e inquieta en las esferas tradicionales del poder que quiere, o quiso, sustituir. Algún comentarista -acaso para aliviar augurios- nos remite a las declaraciones del excéntrico magnate tras su victoria electoral y a la rebaja de sus ofertas y amenazas: las expulsiones de ilegales bajan en número, el muro se recorta, en longitud, Obama le parece un buen tío y no exigirá cuentas penales a la derrotada Clinton... y suma y sigue.

Pero, a Dios rogando y con el mazo en ristre, la primera entrevista de relevancia internacional tuvo por interlocutor al eurófobo Nigel Farade, líder del Partido por la Independencia del Reino Unido e impulsor del "brexit". Después, ambos expresaron la sintonía personal y sus coincidencias en política internacional.

Mientras, la francesa Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, se congratula por el éxito del millonario -que renunció a su futuro sueldo para cobrar un simbólico dólar- y lo califica como "el principio de un mundo nuevo". Y al otro lado del Canal, la premier británica Theresa May, en una difícil encrucijada tras el fallo del Tribunal Supremo que devuelve el espinoso asunto del "brexit" al Parlamento, respira con cierta calma porque sabe que cuenta con un nuevo y poderoso aliado para despejar cualquier obstáculo en el cumplimiento de la voluntad popular, "libremente expresada", de abandonar la Unión Europea; Trump es su seguro contra el pesimismo.

Las relaciones privilegiadas de Estados Unidos y el Reino Unido y las conocidas posiciones de Trump en materia de libre comercio y alianzas militares pueden persuadir a los británicos de la conveniencia de recuperar la interlocución directa, sin Unión Europea por medio, con la primera potencia mundial y darle a la heredera de Cameron el oxígeno que necesita en estas horas y el impulso, mañana y pasado mañana, para concurrir a las urnas.

Hoy por hoy -y de ahí el título-, no hay nadie que necesite más, y con más urgencia, al peculiar líder que entrará en la Casa Blanca el 20 de enero, cuando la decisión judicial habrá colocado a la apurada May a las puertas del cielo o del precipicio y a los partidos turnistas en ventaja o retroceso para caminar -como casi siempre- en y al margen del Continente.